((**Es3.42**)
acuerdo con lo prometido, los veía don Bosco a su
alrededor, atentos a sus instrucciones.
Si se tropezaba con algún muchacho conocido de
antes, pero que hacía meses no le había visto los
domingos, le preguntaba desde cuándo no se
confesaba, si iba a misa los días festivos, si
seguía siendo bueno, y concluía: <>.
Cuando descubría un grupo de golfillos por los
prados, se les acercaba, dando a entender que
quería altenar con ellos. Los muchachos acudían y
él les preguntaba si estaban contentos y si eran
buenos, cómo pasaban el día, dónde vivían, en qué
trabajaban sus padres, qué juegos preferían.
Después les describía los pasatiempos de toda
clase que él tenía en su patio y el tambor y la
trompeta y los paseos y cien maravillas más.
Añadía que, si fueran, oirían episodios
interesantes y un poco de doctrina cristiana. Al
despedirse, cuando era conveniente, les daba unas
perras. Los muchachos quedaban encantados y
gritaban: <<íHasta el domingo!>>
((**It3.40**)) Sucedió
algunas veces que, en una plaza de poco tránsito,
se encontró con una pandilla de muchachos sentados
en tierra, jugando a la baraja, a las apuestas, a
la oca o a juegos análogos. Sobre un pañuelo,
extendido en medio, estaban las monedas. Don
Bosco se acercaba:
->>Quién es este cura?, preguntaba uno de
ellos, con el tono burlón que tan fácilmente suena
en labios de la gente del pueblo.
-íMe gustaría jugar con vosotros!, respondía
don Bosco. >>Quien va ganando, quién pierde,
cuánto se juega? íEa, pongo mi apuesta!
Y echaba una moneda al pañuelo.
El nuevo jugador era recibido con agrado. Y
él, después de jugar unos minutos, empezaba a
interrogarles sobre las verdades esenciales de
nuestra religión y, al ver su ignorancia, los
instruía con palabras sencillas y claras; y
terminaba su brevísimo pasatiempo, invitándoles a
ir al Oratorio, y a confesarse.
En una ocasión atravesaba la plazoleta junto a
la Iglesia de un suburbio de la ciudad, donde una
partida de muchachos jugaban a correr uno tras
otro. Llevaba en la mano un cartucho de galletas
que le habían pocos momentos antes. Se paró, llamó
a los chiquillos y les dijo:
-Aquí tengo galletas; íel que me pille se las
gana!
Y echó a correr. Todos le persiguieron. Se
metió en la iglesia,(**Es3.42**))
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