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-Con mucho gusto, pero comprenda usted que esto
llamaría mucho la atención: sería algo inaudito;
por tanto, no parece sea conveniente tanto
alboroto. De todas formas, veremos la manera de
que usted quede contento, aún sin mi presencia.
>>Hablando, hablando de varias cosas, llegamos
junto al santuario de Nuestra Señora de la
Consolación. Había allí una especie de entrada
subterránea, casi a la falda de una alta colina, y
el callejón, que era muy estrecho, en vez de
bajar, subía.
-Hay que pasar por aquí, me dijo el Rey.
>>Y de rodillas, bajando hasta el suelo su
majestuosa frente, así postrado, empezó a subir y
desapareció.
>>Entonces, mientras yo examinaba aquella
entrada y miraba cómo atravesar por aquellas
tinieblas, me desperté>>.
Examinando la fecha de este sueño, hemos
encontrado que poco después recibía el Oratorio un
generoso regalo de la Casa Real. El corazón de don
Bosco latía al unísono con el de Pío Nono y el del
venerable Cottolengo en favor de Carlos Alberto;
se reservó a sus muchachos el honor de cantar
varias veces en la catedral la misa de Requiem en
el día del aniversario de su muerte.
Reanudamos nuestra narración.
El 25 de julio, siempre ausente de su
archidiócesis monseñor Fransoni, se reunieron en
Villanovetta, diócesis de Saluzzo, todos los
obispos piamonteses. Cinco días duraron los
preparativos para las gravísimas luchas que
presentían como inminentes. No intentamos ((**It3.541**)) exponer
los acuerdos tomados; sólo haremos mención de lo
que puede referirse a don Bosco. Se promovieron
oraciones públicas para que el Señor inspirase al
Papa la definición dogmática de la Inmaculada
Concepción de la Virgen Santísima. En el Oratorio
se empezaron enseguida dichas súplicas, ya que don
Bosco ardía en deseos de ver coronada a su Madre
Celestial con esta nueva y legítima corona. Nos lo
afirmaba muchas veces don Félix Reviglio.
Se creó una comisión episcopal para preparar un
catecismo único, adoptando por modelo el del
obispo Casati de Mondoví y el del cardenal Costa
de Turín. Era éste un deseo de don Bosco, ya
manifestado a monseñor Fransoni. Dado que acudían
a su Oratorio muchos de diversas provincias y
diócesis, le pareció muy conveniente un texto
único para que no confundieran las ideas, al
volver a sus propias diócesis, donde se
encontraban con fórmulas distintas de las
aprendidas en Turín para expresar las verdades de
la religión. Su proyecto no fue llevado entonces a
la práctica.
Finalmente se designó a los obispos de Mondoví
e Ivrea para esbozar
(**Es3.417**))
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