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por la casa, siempre con el bonete en la mano.
Como deseaba tener frecuentemente el honor de
visitas tan preciosas, solía invitar a un Prelado
para las fiestas pirncipales del Oratorio y para
administrar la confirmación. Iba a consultarle en
las dificultades que tropezaba en su misión o por
cualquier otro asunto de importancia. Se
consideraba feliz cuando podía prestarles un
servicio o ayuda. Por su afecto filial y la
santidad de su vida, se ganó más de mil visitas
episcopales que honraron la casa de Valdocco
durante la vida de don Bosco. Acudían de todas las
partes del orbe católico y casi siempre para
tratar asuntos referentes al bien de la Iglesia.
Esta afluencia de personajes eminentes empezó en
el 1848, figurando entre los primeros y no una
sola vez, el Nuncio Apostólico de su Santidad
monseñor Matteucci, que trabó con don Bosco una
amistad que duró, como veremos, todos los días de
su vida.
El teólogo Ascanio Savio vio en el Oratorio,
cuando él era clérigo, a monseñor Riccardi, obispo
de Savona, a monseñor Moreno, de Ivrea, a monseñor
Balma, obispo misionero de la India, y en 1851 a
monseñor Cerretti, que fue para administrar
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confirmación, y a otros. Estos dirigían casi
siempre unas cariñosas palabras, unas veces a los
muchachos internos, otras a los del Oratorio
festivo, bien en el patio o en la capilla,
invitándoles a dar gracias a Dios por haberles
llevado a aquel lugar de bendición, exhortándoles
a corresponder a las enseñanzas y cuidados de su
padre don Bosco. Por éstos y otros muchos motivos,
el afecto, la estima y la gratitud de los
muchachos a don Bosco, no tenía límites.
Ocasión propicia para demostrar sus
sentimientos era la fiesta de San Juan Bautista.
El año 1847 y el 1848 los alumnos internos se
conformaron con leerle algunas breves y cariñosas
composiciones de felicitación, y los muchachos
externos le ofrecieron algún ramo de flores, >>Qué
más podían hacer aquellos pobrecillos? Pero el
amor es un industrioso consejero. >>Sería un error
pensar que la colecta para Pío IX y las
recepciones episcopales les sugirieron el modo de
honrar a don Bosco?
En efecto, el año 1849 hubo quienes tuvieron
una feliz idea. Carlos Gastini y Félix Reviglio se
pusieron de acuerdo secretamente y, durante varios
meses, ahorraron chucherías, guardaron celosamente
sus pequeñas propinas y lograron comprarse dos
corazones de plata. Estaban preocupados por no
saber dónde presentarle su regalo; querían además
que los otros no descubrieran su secreto para que
resultara algo inesperado por don Bosco. Era ya la
vigilia de la fiesta de San Juan.
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