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CAPITULO IV
DON BOSCO POR LAS CALLES DE TURIN, EN BUSCA DE
MUCHACHOS, Y SUS INDUSTRIAS PARA LLEVARLOS AL
ORATORIO FESTIVO - ENTRE LOS GOLFILLOS DE LA PLAZA
DE MANUEL FILIBERTO - ESCENAS MEMORABLES Y
EXHORTACIONES DE DON BOSCO AL PUEBLO - SU VUELTA A
LA CASA PINARDI
LA seguridad de que la Virgen le asistía siempre,
aumentaba los ánimos y la incapacidad de cansancio
de don Bosco. Uno de los principales medios de
que se sirvió para aumentar el número de sus
muchachos fue el de ir a buscarlos por plazas,
calles y avenidas. Si se encontraba con un
muchacho vagabundo, con un ocioso que no había
podido colocarse, los detenía amablemente y
enseguida les preguntaba si sabían santiguarse.
Cuando no sabían, se los llevaba a un rincón de la
calle o les invitaba a
sentarse en un banco de la avenida y con toda
paciencia les enseñaba. En cuanto lo habían
aprendido, rezaban con él una avemaría, les hacía
un regalito y les invitaba a ir al Oratorio.
Miguel Rúa fue testigo muchas veces, en su
juventud, de este tipo de escenas edificantes que
se desarrollaban en público, sin que don Bosco se
preocupara de la gente que iba y venía.
Al pasar por delante de los talleres, a la hora
del descanso o de comer, no dudaba en acercarse al
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grupo de muchachos aprendices; les saludaba
cordialmente y les preguntaba de dónde eran, cómo
se llamaba su párroco, si aún vivían sus padres,
cuánto tiempo hacía que habían empezado a aprender
el oficio. Y así, después de ganarse su
confianza, les preguntaba si todavía recordaban lo
que habían aprendido en la catequesis parroquial,
si habían recibido los Sacramentos en la última
Pascua, si rezaban sus oraciones de la mañana y de
la noche.
A las francas respuestas de los muchachos
correspondía don Bosco con la misma franqueza,
dándoles la dirección de su casa en Valdocco y
manifestándoles el deseo de querer ser amigo suyo
para bien de su alma. Ellos aceptaban y, al
domingo siguiente, de(**Es3.41**))
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