((**Es3.40**)
prometido el auxilio y la ayuda divina, figurada
por las ráfagas de viento.
Más tarde manifestó don Bosco que se le había
repetido este sueño o visión en diversas
ocasiones, a saber, en 1848 y en 1856 y que, cada
vez, se le presentaba con alguna variación de
circunstancias. Nosotros los hemos reunido aquí,
en un solo relato, para evitar repeticiones
superfluas.
Pero, aunque don Bosco hubiera reservado para
sí en el 1847 este secreto, sin embargo, como nos
hacía observar José Buzzetti, desde entonces se le
notaba cada vez más viva su devoción a María
Santísima y cómo buscaba siempre maneras más
insinuantes para que los muchachos celebraban con
fruto las fiestas de la Virgen y el mes de María.
Era evidente que se había arrojado en brazos de la
divina Providencia como un niño en brazos de su
madre. La decisión con que tomaba una resolución
en las cuestiones más graves y díficiles
demostraba muy a las claras ((**It3.37**)) que ya
tenía trazado un programa a seguir y un modelo que
reproducir y que le fue dicho como a Moisés:
<> (Fíjate para
que lo hagas según el modelo) 1. Añádase, en fin,
que, de vez en cuando, se le escapaban
exclamaciones, en las que sus confidentes
entreveían algo misterioso. Parecía que él
contemplase una imagen de María Santísima,
resplandeciente en lo alto, a la vista de todo el
mundo e invitando a todos a recurrir a su
protección.
1 Exodo, XXV, 40.(**Es3.40**))
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