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cubos de cal y ladrillos para los albañiles, pero
que, no obstante, demuestra tener sentimientos tan
nobles y generosos.
>>Ellos correpondieron con breves palabras para
manifestar a aquellos muchachos que se gloriaban
de haberlos visto asociados a un acto, que es una
profesión de la fe católica que tanto sublima al
hombre, en cualquier estado o condición que se
encuentre. Pidieron al jovencito copia de su
discurso, que fue transmitido a continuación al
Nuncio de su Santidad, el cual quedó muy
complacido y prometió enviarla al Cardenal
Pro-Secretario de Estado del Sumo Pontífice, como
testimonio del sentimiento tan de
admirar, si se considera la posición y
antecedentes de los que así se manifestaban.
>>Por nuestra parte, hemos creído conveniente
alargarnos un tanto al dar esta noticia al
público, porque nos parece digna de ser altamente
encomiada>>.1
La referida ofrenda, con la última parte del
discurso pronunciado, quedó registrada también en
la Historia Eclesiástica ((**It3.514**)) del
abate Rohrbacher, el cual, después de narrar
algunos rasgos emocinantes de las pobres gentes
hacia el Pontífice necesitado, presenta nuestra
anécdota precedida de estas palabras:
<<... Más elocuente aún, es el hecho de ciertos
muchachos, paupérrimos y artesanos de profesión
que, ahorrando cada día algún centimillo, llegaron
a juntar la pequeña suma de treinta y tres liras y
la presentaron a los promotores de la Asociación
con una carta que enternecía>>.2
1 Armonía, número 40, año 1849.
2 Vol. XV, edición sexta italiana, lib. 91,
pág. 558.
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