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((**Es3.395**) sois Vos la Cabeza visible, siempre dispuestos a gastar todo cuanto poseamos, y la misma vida, para mostrarnos hijos dignos de tan tierno Padre>>. El pequeño orador terminaba su discurso así: <>. Después de este ofrecimiento, un coro de muchachos con voz argentina cantó el siguiente himno a Pío IX que les había ensayado el incansable teólogo Jacinto Carpano. Como en Jerusalén Los pérfidos judíos A Jesús acogieron Con cantos y trofeos Mas, crueles, en cruz Condénanle a morir Y se gozan haciéndole Lentamente sufrir: Así un grupo de pérfidos Hombres locos e impíos Amargaron la angélica Alma santa del Pío; Mil vítores de fiesta Por los aires ayer; Hoy dan al caro Padre Cáliz de amarga hiel. ((**It3.510**)) No hay que temer que puedan A tu nave celeste, Santo Padre, abatir Tempestades terrestres; Lo aseguró el Eterno: En vano se unirán Impíos y el Averno, La roca no hundirán. Quien te juzgue es soberbio, Quien te condene insano; Nadie en la tierra iguala Tu poder soberano. Sólo Dios aquí impera; Pues delante de Vos Doblarán su rodilla El rey y emperador. (**Es3.395**))
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