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sois Vos la Cabeza visible, siempre dispuestos a
gastar todo cuanto poseamos, y la misma vida, para
mostrarnos hijos dignos de tan tierno Padre>>.
El pequeño orador terminaba su discurso así:
<>.
Después de este ofrecimiento, un coro de
muchachos con voz argentina cantó el siguiente
himno a Pío IX que les había ensayado el
incansable teólogo Jacinto Carpano.
Como en Jerusalén
Los pérfidos judíos
A Jesús acogieron
Con cantos y trofeos
Mas, crueles, en cruz
Condénanle a morir
Y se gozan haciéndole
Lentamente sufrir:
Así un grupo de pérfidos
Hombres locos e impíos
Amargaron la angélica
Alma santa del Pío;
Mil vítores de fiesta
Por los aires ayer;
Hoy dan al caro Padre
Cáliz de amarga hiel.
((**It3.510**))
No hay que temer que
puedan
A tu nave celeste,
Santo Padre, abatir
Tempestades terrestres;
Lo aseguró el Eterno:
En vano se unirán
Impíos y el Averno,
La roca no hundirán.
Quien te juzgue es
soberbio,
Quien te condene insano;
Nadie en la tierra iguala
Tu poder soberano.
Sólo Dios aquí impera;
Pues delante de Vos
Doblarán su rodilla
El rey y emperador.
(**Es3.395**))
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