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((**Es3.392**) sagradas congregaciones de Cardenales y Prelados, de las que se vale para estudiar y resolver los asuntos de toda la cristiandad; proveer al mantenimiento de todas sus Nunciaturas, que le representan ante los Gobiernos del mundo para la protección de los respectivos fieles, sus súbditos; atender al envío y sostenimiento de misioneros a las distintas partes de la tierra, donde aún no se conoce al verdadero Dios, ni se participa de los beneficios de la divina redención y de la civilización cristiana; resolver, en una palabra, miles de necesidades, que sería el caso de enumerar, aquí aún cuando estuviese fuera de lugar. El Papa Pío IX, constreñido a salir de Roma, y privado de todos sus bienes, se encontró en la imposibilidad de subvenir a todas estas necesidades con grave daño de las almas. El rey de Nápoles, Fernando II, le prestaba ciertamente en Gaeta amplia y generosa hospitalidad; pero aquel príncipe no hubiera podido responder a todos los desembolsos requeridos para el buen gobierno de la Iglesia universal; ni parecía conveniente, por otra parte, que el peso para el decoroso sostenimiento del mismo Pontífice gravitase sobre un solo Estado. Por esto, apenas se conoció esta situación, primero los obispos franceses y después todos los demás de la Iglesia Católica hicieron una llamada a la caridad de los fieles, exhortándolos a que, como ovejas amorosas ayudaran ((**It3.506**)) con sus ofertas al Supremo Pastor. La fe y la piedad de los fieles correspondieron enseguida a la llamada de los prelados y, en poco tiempo, se suscitó en todo orden de personas una noble porfía en favor del Papa. Uniéronse a Francia, España, Bélgica, Alemania y, a continuación, las Américas, India, China y otras remotísimas partes del orbe católico. En todas las iglesias de Holanda y hasta en Amsterdam, por iniciativa de un ministro protestante, se hacían colectas. Así empezó la obra llamada Obolo de San Pedro, en estos últimos tiempos. Esta obra, al par que suministra al Sumo Pontífice los medios oportunos para mantener relación con todos los pueblos del mundo, hacer sentir la influencia benéfica de su alto apostolado hasta los últimos confines de la tierra y socorrer las inmensas necesidades espirituales y materiales de toda la familia católica, es, a su vez, una espléndida manifestación de fe y de amor a la sede de San Pedro. unidad, seguida de nueve ceros), mientras que, en español equivales a un millón de millones (la unidad, seguida de doce ceros). 2.§ Que en 1902 se calculaba en 1.523.000.000, el número de habitantes del globo; y hoy alcanzan a 4.3000.000.000. (N. del T.) (**Es3.392**))
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