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a Bisio algunos de los primeros alumnos del
Oratorio y la señorita Teresa Martano, que había
conocido a don Bosco antes del 1849 y ya habitaba
en Turín.
Don Antonio Sala, yendo a Parma el año 1889, se
encontró en el tren con un anciano Hermano de las
Escuelas Cristianas, que pertenecía a la comunidad
de Parma. Cayó la sobre don Bosco, y el buen
Hermano le narró que se encontraba él en Turín,
maestro de una clase elemental durante el curso
1848-1849 y que era algo cierto y probado la
resurrección momentánea de un jovencito ya
difunto.
Don Miguel Rúa afirma:
-Era yo el año 1849 alumno de las escuelas
elementales de los Hermanos de las Escuelas
Cristianas en Turín. Don Bosco iba a menudo a
confesarnos: recuerdo haberle oído hablar entonces
en una plática, del joven Carlos muerto, vuelto a
la vida a la voz del propio confesor recién
llegado y que pasó a la eternidad después de haber
sido absuelto de sus pecados. Don Bosco no dijo
quién fuese aquel confesor; pero, después yo oí
contar este mismo hecho prodigioso a varias
personas, que lo atribuían al mismo don Bosco.
Algún tiempo después, valiéndome de la confianza
que con él tenía, le pregunté una vez, siendo yo
sacerdote o, por lo menos estando muy próximo al
presbiterado, si, efectivamente, era él el autor
de aquel hecho ((**It3.500**)) que
muchos le atribuían. Y él me respondió:
-Yo no he dicho nunca que fuese el autor de tal
hecho.
No proseguí adelante, pues me bastaba ver que
no negaba que fuese él; sino que sólo negaba
habérselo atribuido a sí mismo; y no quise abusar
de su confianza insistiendo.
A más de esto, don Bosco contó el hecho más de
cincuenta veces a los muchachos del Oratorio y
cientos de veces a los de sus otras casas, pero
sin referirse a sí mismo, ni dar nombre alguno, ni
indicaciones del lugar, y omitiendo cualquier
detalle por el que se pudiera sospechar que se
trataba de él mismo; pero diciendo siempre las
mismas circunstancias, sin cambiar ni añadir nada,
por donde se veía que él había estado presente en
aquel hecho, tan profundamente grabado en su
memoria. Pero una noche del 1882 se traicionó, sin
darse cuenta, contando este suceso a los muchachos
de Borgo San Martino, después de las oraciones de
la noche. Estaba él muy cansado, y a mitad de la
descripción, de repente, cambió de hablar, pasó de
tercera a primera persona, y dijo: Yo entré en la
habitación, yo le dije, él me respondió y
prosiguió la narración durante bastante tiempo y,
al final, volvió a hablar en tercera persona. El
autor de estas
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