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>>Me sucedió frecuentemente ser testigo ocular
de casos semejantes a los dichos y aún más
sorprendentes.
>>Una mañana se presentó a don Bosco una señora
que andaba con una muleta y un bastón, acompañada
de otra señora. Caminaba con tanta dificultad, que
para dar un paso requería su tiempo; quizás se
debía a una enfermedad de los nervios. Como dijera
ella a don Bosco que quería hablarle, me retiré,
por prudencia, un poco lejos. Pero cunado aquella
señora salió, la vi caminar sin muleta ni bastón y
me dijo: "Don Bosco me ha curado">>.
Pero lo más extraordinario ocurrido en 1849 es
lo que vamos a contar.
Un muchacho, de unos quince años, llamado
Carlos, que frecuentaba el Oratorio de San
Francisco de Sales, cayó gravemente enfermo en
1849 y, en poco tiempo, se encontró a las puertas
de la muerte. Vivía en una fonda, pues era hijo
del fondista. Al verle el médico en peligro,
aconsejó a sus padres que lo invitaran a
confesarse y éstos, muy afligidos, preguntaron a
su hijo qué sacerdote quería que se llamara. El
mostró gran deseo de que fueran a llamar a su
confesor ordinario, que era don Bosco. Fueron
enseguida; pero, con gran pesar, respondiéronles
que estaba fuera de Turín. El muchacho mostraba
una gran ((**It3.496**))
pesadumbre, por lo que se llamó al vicepárroco,
que acudió enseguida. Día y medio más tarde moría
el muchacho, insistiendo en que quería hablar con
don Bosco.
Apenas estuvo de vuelta don Bosco, le dijeron
que habían ido varias veces en su busca, de parte
del joven Carlos, muy conocido suyo, que se
encontraba en peligro de muerte y había preguntado
por él con insistencia. Se apresuró a visitarlo,
por si quisiera la suerte -dijo él- que aún
llegase a tiempo. Al llegar allí, encontróse
primero con un camarero a quien pidió enseguida
noticias del enfermo:
-Llega demasiado tarde, respondió íHace medio
día que ha muerto!
Entonces don Bosco exclamó sonriendo:
-íQuita allá! íDuerme y creéis que ha muerto!
El criado le miró sorprendido. Pero don Bosco,
como en broma, añadió:
->>Quiere apostarse un vaso de vino a que no
está muerto?
En aquel instante, los demás de la casa, que
habían llegado a estas palabras, rompieron en
llanto diciendo que, desgraciadamente, Carlos
había muerto. Don Bosco dijo:
->>Debo creerlo?; permitidme que vaya yo a
verlo.
Y le acompañaron a la sala mortuoria, donde
estaban la madre y
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