((**Es3.38**)
invadían una parte del camino; algunas
serpenteaban a poca altura del suelo. Todas
estaban cubiertas de rosas y yo no veía más que
rosas por todas partes: rosas por encima, rosas a
los lados, rosas bajo mis pies. Yo, aunque
experimentaba agudos dolores en los pies y hacía
contorsiones, tocaba las rosas de una y otra parte
y sentí que todavía había espinas más punzantes
escondidas por debajo. Pero seguí caminando. Mis
piernas se enredaban en los mismos ramos
extendidos por el suelo y se llenaban de
rasguños; movía un ramo transversal, que me
impedía el paso o me agachaba para esquivarlo y me
pinchaba, me sangraban las manos y ((**It3.34**)) toda mi
persona. Todas las rosas escondían una enorme
cantidad de espinas. A pesar de todo, animado por
la Virgen, proseguí mi camino. De vez en cuando,
sin embargo, recibía pinchazos más punzantes que
me producían dolorosos espamos.
>>Los que me veían, y eran muchísimos, caminar
bajo aquella pérgola, decían: "íDon Bosco marcha
siempre entre rosas! íTodo le va bien!". No veían
cómo las espinas herían mi pobre cuerpo.
>>Muchos clérigos, sacerdotes y seglares,
invitados por mí, se habían puesto a seguirme
alegres, por la belleza de las flores; pero al
darse cuenta de que había que caminar sobre las
espinas y que éstas pinchaban por todas partes,
empezaron a gritar: "íNos hemos equivocado!".
>>Yo les respondí:
>>- El que quiera caminar deliciosamente sobre
rosas, vuélvase atrás y síganme los demás.
>> Muchos se volvieron atrás. Después de un
buen trecho de camino, me volví para echar un
vistazo a mis compañeros. Qué pena tuve al ver
que unos habían desaparecido y otros me volvían
las espaldas y se alejaban. Volví yo también
hacia atrás para llamarlos, pero fue inútil; ni
siquiera me escuchaban. Entonces me eché a
llorar: ">>Es posible que tenga que andar este
camino yo solo?"
>>Pero pronto hallé consuelo. Vi llegar hacia
mí un tropel de sacerdotes, clérigos y seglares,
los cuales me dijeron: "Somos tuyos, estamos
dispuestos a seguirte". Poniéndome a la cabeza
reemprendí el camino. Solamente algunos se
descorazonaron y se detuvieron. Una gran parte de
ellos llegó conmigo hasta la meta.
((**It3.35**))
>>-Después de pasar la pérgola, me encontré en un
hermosísimo jardín. Mis pocos seguidores habían
enflaquecido, estaban desgreñados, ensangrentados.
Se levantó entonces una brisa ligera y, a su
soplo, todos quedaron sanos. Corrió otro viento
y, como(**Es3.38**))
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