((**Es3.379**)((**It3.487**)) P.S.
Ruégole quiera enviarme nota de los libros que yo
he sacado y de todo lo que atañe a la empresa
Speirani y Tortone.
El tipógrafo no admitió aquellas razones ni
aceptó la oferta: pero, por fin, el 2 de marzo de
1854 se avino a un arreglo y don Bosco abonaba
doscientas setenta y dos liras, en las que estaban
comprendidas las ciento treinta y una que se
debían a la Dirección de Correos. Como no tenía
nada suyo, era fiel administrador de cuanto el
Señor hacía llegar a sus manos para sus obras y
para sus muchachos; defendía con constancia y
fidelidad sus derechos, procuraba que no fueran
perjudicados, sin mirar a sus propias
incomodidades; pero, al mismo tiempo, sabía, con
sus modos afables, conciliar las razones de la
justicia con las de la caridad.
Por último, haremos notar que los hechos
narrados sacó don Bosco una conclusión, que
repetía frecuentemente a sus discípulos, a saber:
que el periodismo, especialmente el que de algún
modo trata la política, no era su campo de acción.
Sobre este asunto, escribió un artículo en las
Constituciones de su Pía Sociedad, que fue quitado
por la Sagrada Congregación de Obispos y
Regulares, y no porque la Iglesia se opusiera a
una tal prescripción, sino porque al estar
redactado de un modo muy general, hubiera sido
necesario añadir explicaciones que la prudencia
desaconsejaba en aquellos momentos. Con todo,
repetía continuamente don Bosco que su firme
inteción era que los salesianos se mantuvieran
siempre ajenos a las luchas políticas, puesto que
el Señor no nos había llamado para esto, sino para
atender a los muchachos pobres y abandonados. No
faltan en la Iglesia quienes saben tratar
valientemente estas arduas y peligrosas cuestiones
y, que como en todo ejército, hay unos hombres
destinados a combatir y otros al avituallamiento,
a la guarda del campo, ((**It3.488**)) a
excavar trincheras y a diversos oficios,
igualmente necesarios para cooperar a la victoria.
Pero, aunque don Bosco se retiró en 1850 del
campo del periodismo, se tomó la misión de
propagar las publicaciones católicas sin hacer
mucho ruido. En los cafés sólo se veían periódicos
malos y el respeto humano impedía a los dueños
proporcionar a sus clientes periódicos católicos.
Don Bosco, pues, u otra persona por él mandada,
empezaba a ir cada día a un café, y mientras
consumía su taza, llamaba al camarero y le pedía
el periódico Armonía o Campana, para enterarse de
las noticias del día.
-No lo tenemos, respondía el camarero.
Al segundo día y al tercero volvía a pedir el
mismo periódico, extrañándose
(**Es3.379**))
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