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((**Es3.377**) Giornale degli Operai, (Diario de los Trabajadores) por defender con mucho brío y gracia la causa católica, sufrió en abril del 1849 el primer proceso de prensa, al que asistieron los Jurados. Reconoció, además, que no era prudente crearse enemigos despiadados, ya que eran inevitables las polémicas con los diarios irreligiosos, y La Gazetta del Popolo, dados sus secretos y notorios apoyos, tenía tanto poder, que llegaba a imponer su voluntad al mismo Parlamento y al Senado. Preveía, por desgracia, que no le hubieran faltado adversarios a combatir con una lucha a muerte, que inicialmente debería haber sostenido casi solo, y estos eran los protestantes. Pero, al dejar la carrera periodística, tuvo el consuelo de ver bajar de Superga al alumno de aquella Academia, el incomparable teólogo Santiago Margotti, capaz de hacer frente victoriosamente a la revolución reinante. El podría, durante treinta años seguidos, primero como escritor y director de Armonía y después fundador de la Unitá Cattolica, defender con su docta pluma no sólo el honor del Papa, sino avivar además un amor ardiente hacia él, hacia la Iglesia y sus sagrados derechos, en el corazón de los italianos. El combatiría la revolución con sus mismos principios, con sus confesiones, con la vida de sus hombres, que conocía muy bien, y con sus mismas armas, haciendo así más eficaces, atrayentes e invencibles las maravillosas polémicas del mismo periódico, el cual no tardaría en alcanzar una difusión de treinta mil ejemplares diarios. ((**It3.485**)) En tanto, afianzaban a don Bosco en su propósito las penurias financieras y las molestias que le causó el cese de su periódico. Diremos algo sobre el particular para dar a conocer el proceder de don Bosco en los asuntos pecuniarios. Creía él satisfechas todas las deudas con los tipógrafos, cuando he aquí que le llega una carta de aquellos señores, invitándole a pagar mil treinta y nueve liras por los gastos de imprenta, y ciento treinta y una liras más a correos por los gastos de franqueo. Don Bosco se encontró en un grave apuro. La comisión del diario El Amigo de la Juventud se había disuelto, en la persuasión de que habían cesado todas sus obligaciones. El Instructor del Pueblo que había recibido la sucesión del El amigo, cambiando de directiva, rehusaba una deuda que creía no haber contraído. Al quedar solo, don Bosco pidió explicaciones e inició gestiones. Mil y pico liras no era una cantidad insignificante para quien vivía en extrema penuria; y, si don José Cafasso no le ayudó, es señal segura de que por lo menos no estaba claro su deber de justicia. Finalmente, el 20 de agosto de 1852 los tipógrafos exigían a don Bosco, por medio de un (**Es3.377**))
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