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Giornale degli Operai, (Diario de los
Trabajadores) por defender con mucho brío y gracia
la causa católica, sufrió en abril del 1849 el
primer proceso de prensa, al que asistieron los
Jurados. Reconoció, además, que no era prudente
crearse enemigos despiadados, ya que eran
inevitables las polémicas con los diarios
irreligiosos, y La Gazetta del Popolo, dados sus
secretos y notorios apoyos, tenía tanto poder, que
llegaba a imponer su voluntad al mismo Parlamento
y al Senado. Preveía, por desgracia,
que no le hubieran faltado adversarios a combatir
con una lucha a muerte, que inicialmente debería
haber sostenido casi solo, y estos eran los
protestantes. Pero, al dejar la carrera
periodística, tuvo el consuelo de ver bajar de
Superga al alumno de aquella Academia, el
incomparable teólogo Santiago Margotti, capaz de
hacer frente victoriosamente a la revolución
reinante. El podría, durante treinta años
seguidos, primero como escritor y director de
Armonía y después fundador de la Unitá Cattolica,
defender con su docta pluma no sólo el honor del
Papa, sino avivar además un amor ardiente hacia
él, hacia la Iglesia y sus sagrados derechos, en
el corazón de los italianos.
El combatiría la revolución con sus mismos
principios, con sus confesiones, con la vida de
sus hombres, que conocía muy bien, y con sus
mismas armas, haciendo así más eficaces,
atrayentes e invencibles las maravillosas
polémicas del mismo periódico, el cual no tardaría
en alcanzar una difusión de treinta mil ejemplares
diarios.
((**It3.485**)) En
tanto, afianzaban a don Bosco en su propósito las
penurias financieras y las molestias que le causó
el cese de su periódico. Diremos algo sobre el
particular para dar a conocer el proceder de don
Bosco en los asuntos pecuniarios.
Creía él satisfechas todas las deudas con los
tipógrafos, cuando he aquí que le llega una carta
de aquellos señores, invitándole a pagar mil
treinta y nueve liras por los gastos de imprenta,
y ciento treinta y una liras más a correos por los
gastos de franqueo.
Don Bosco se encontró en un grave apuro. La
comisión del diario El Amigo de la Juventud se
había disuelto, en la persuasión de que habían
cesado todas sus obligaciones. El Instructor del
Pueblo que había recibido la sucesión del El
amigo, cambiando de directiva, rehusaba una deuda
que creía no haber contraído. Al quedar solo, don
Bosco pidió explicaciones e inició gestiones. Mil
y pico liras no era una cantidad insignificante
para quien vivía en extrema penuria; y, si don
José Cafasso no le ayudó, es señal segura de que
por lo menos no estaba claro su deber de justicia.
Finalmente, el 20 de agosto de 1852 los tipógrafos
exigían a don Bosco, por medio de un
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