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((**Es3.369**) país; la salida de un barco de guerra puesto por el gobierno a disposición de Pío Nono; la enfermedad de la hermana, para quien también, en nombre de su madre, pedía fervorosas plegarias. Y concluía: <>Goza de buena salud? >>Prospera siempre el Oratorio de San Francisco de Sales? >>Está muy concurrido? >>Se hará también este año la fiesta de San Francisco de Sales, como siempre? El Oratorio de Puerta Nueva, dirigido por el teólogo Carpano, >>se ve muy frecuentado? >>Puede darme noticias de los señores teólogos Vola, Bosio, Carpano, Borel, Palazzolo, Borghi?... Salude en nombre de mi madre a la señora baronesa Nasi y de mi parte al señor teólogo Nasi y a los otros teólogos más arriba nombrados... Antes de cerrar mi carta auguro a V. S. toda suerte de felicidades, para el corriente año 1849, que quiera Dios sea un año de júbilo para la Santa Iglesia y no de tristeza o de luto como lo fue el pasado 1848>>. Desgraciadamente estos augurios no habrían de verificarse y para el mismo don Bosco comenzaba el año con ((**It3.474**)) una gran pena. Su hermanastro Antonio, que iba de vez en cuando al Oratorio para visitar a mamá Margarita y a Juan, moría el 18 de enero. Tras unos días de sentir un malestar que no parecía de cuidado, murió casi repentinamente. Don Bosco, que estaba para ir a I Becchi, recibió por medio de su hermano José la infausta noticia. Y él, que no había dejado escapar ocasión para demostrar el más sincero afecto a su contradictor Antonio, cuando murió se hizo cargo de sus dos hijos. A uno, llamado Francisco, lo llevó al Oratorio, le enseñó el oficio de carpintero e hizo de él un buen cristiano. El otro, que siguió en I Becchi, recibió la ayuda de don Bosco cuando fue necesario. Esta es la venganza de los santos, que no saben de rencores o antipatías. Don Miguel Rúa, que vivió por espacio de treinta años en santa intimidad con don Bosco, admiró siempre la bondad con que recordaba a su hermanastro y jamás le oyó lamentarse o hablar mal de él. Pero el dolor experimentado por la muerte de Antonio era nada en comparación de las apreturas que la impiedad de una prensa satánica causaban a su corazón. Protestantes y sectarios habían comenzado y continuaron años y años pervirtiendo con ella a los incautos. Casi todas las novelas, obras teatrales y composiciones poéticas, cuál más cuál menos, eran hostiles a la religión y a las buenas costumbres. Las canciones inmorales de Angel Brofferio andaban en mano de todos y se cantaban por doquiera. Se difundían libros sin (**Es3.369**))
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