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A lo largo de su vida solía conferenciar con
distinguidos canonistas, especialmente con el
padre Rostagno, profundo conocedor de esta materia
y que había sido profesor en la universidad de
Lovaina. En las divergencias entre el Estado y la
Iglesia, entre los obispos y las órdenes
religiosas, se informaba, con todos sus
pormenores, de los decretos y disposiciones de la
Santa Sede y de los Concilios, y merced a su
portentosa memoria, enriquecía constantemente su
saber con conocimientos que ya nunca
olvidaba. Era ciertamente maravillosa la constante
labor de la mente de don Bosco.
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