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exigida por las circunstancias especiales de
aquellos tiempos, no se lo permitían. Cuando he
aquí que, tan a punto, llegaba la petición del
Gobierno para ocupar provisionalmente aquel local
para alojar a los soldados; y los residentes, que
pertenecían a distintas diócesis del Piamonte,
fueron mandados a sus casas.
Fue entonces cuando don José Cafasso rogó a don
Bosco encarecidamente que continuara sus lecciones
de moral ((**It3.470**)) con los
alumnos que vivían en Turín y quisieran
aprovecharse de ellas, y como posteriormente, al
volver a abrirse la Residencia, ya no se dieron
más lecciones públicas, para excluir a los alumnos
externos, causa en gran parte de los desórdenes
referidos, don Bosco acogió también en sus clases
a algunos de ellos.
Durante cerca de siete años, y sin retribución
alguna, continuó don Bosco danto estas clases y
manteniendo estos círculos de estudio. El canónigo
Ravina, Vicario General, apreciaba mucho su saber.
Cuando los que habían asistido a sus lecciones, se
presentaban en la Curia para el examen de
confesión y llevaban una tarjeta en la que don
Bosco había escrito: sufficienter instructus
(suficientemente instruido), las más de las veces
se le concedía la patente, sin ningún examen.
Casi como apéndice de esta clase había
organizado don Bosco otra reunión semanal en
Valdocco, para caminar siempre con prudencia en el
desarrollo de sus Oratorios. Tomaban parte en ella
personas insignes por su piedad y doctrina, tales
como el teólogo Borel, el teólogo Roberto
Murialdo, los dos hermanos Vola y también otros
que frecuentaban la Conferencia y no fallaban
nunca a la invitación de don Bosco. Su fin
principal era el de estudiar los medios para
trabajar siempre más y mejor en la santificación
de los jóvenes y ayudarse mutuamente a vencer las
dificultades que iba poniendo el enemigo de todo
bien. El teólogo Félix Reviglio fue testigo ocular
de estas conferencias.
Don Bosco, pues, no cesó de refrescar los
estudios de teología moral aún después de haber
dejado aquellas clases. Frecuentemente, nos
contaba monseñor Cagliero, proponía la solución de
casos y cuestiones sobre principios teológicos a
los más estimados teólogos de la ciudad; y a
veces, después de serias discusiones, acababan por
aceptar sus conclusiones. Procuraba también
instruirse en Derecho Canónico, por lo que, de
cuando en cuando, entablaba discusiones con su
amigo el canónigo Lorenzo Gastaldi, ((**It3.471**)) quien,
por haber hecho sus estudios en la universidad de
Turín, sostenía algunas opiniones no conformes del
todo con las doctrinas enseñadas en Roma.
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