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próxima a la de su hijo. Estaba persuadida, por
varios indicios, de que don Bosco se pasaba una
parte de la noche rezando, y sospechaba que en
aquel tiempo, ocurrían, de vez en cuando, cosas
sorprendentes que ella no sabía explicar. En
efecto, le contaba una vez al joven Santiago
Bellia que, en cierta ocasión, algunas horas antes
del alba, había oído a su hijo hablar en su
aposento. Tan pronto aprecía que preguntase como
que respondiese. Ella prestó atención, pero no
pudo entender nada. Por la
mañana aunque persuadida de que, sin ella
advertirlo, era imposible que nadie pudiera entrar
en el dormitorio de don Bosco, le preguntó con
quién había estado hablando. Y don Bosco le
contestó:
-Con Luis Comollo...
-Pero, si Comollo hace años que murió...
-Y, sin embargo, es así.
Don Bosco no dio más explicaciones, pero se
veía que una gran idea dominaba su mente. Tenía
el rostro encendido como una brasa y brillaban sus
ojos. Una emoción especial le agitó durante
varios días.
Hacía algún tiempo que don Bosco necesitaba un
cáliz, mas no sabía cómo adquirirlo, pues no tenía
dinero para comprarlo. Cuando he aquí que una
noche soñó que en su baúl había depositada una
cantidad suficiente para ello. Salió a Turín, por
la mañana, para varios asuntos y, mientras
caminaba, le vino a la memoria el sueño; pensó en
la alegría que iba a tener si el sueño fuera
realidad, y fue tal la impresión que experimentó
que se determinó a volver a casa para registrar el
baúl. Así lo hizo y
encontró en él ocho escudos, precisamente el
importe del cáliz. Nadie había podido ponerlos
allí, pues el baúl estaba siempre cerrado.
Margarita, su madre, no tenía dineros como para
darle semejantes sorpresas y también ella quedó
extrañada cuando supo lo ocurrido.
((**It3.32**)) Pero el
hecho más sorprendente lo marró don Bosco,
diecisiete años después de sucedido. Una noche de
1864, después de las oraciones, reunió en su
antecámara para la conferencia que solía dar de
vez en cuando, a los que ya pertenecían a su
Congregación. Estaban entre ellos don Víctor
Alasonatti, don Miguel Rúa, don Juan Cagliero, don
Celestino Durando, don José Lazzero y don Julio
Barberis. Después de hablarles del despego del
mundo y de la propia familia, para seguir el
ejemplo de
Nuestro Señor Jesucristo, continuó de esta manera:
>>Os he contado ya diversas cosas, en forma de
sueños, de las(**Es3.36**))
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