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palabra de Dios y que las otras armas sean la
confesión y la comunión frecuente. Considero las
diversiones como un medio para llevar a los
muchachos al catecismo. Los otros distintos jefes
de Oratorio, todos, quién más quién menos, están
entrometidos en cuestiones políticas y su
predicación es a menudo más que una instrucción,
una arenga patriótica. Yo no quiero inmiscuirme en
la política de ningún modo. >>Cómo, por tanto, va
a ser posible poner de acuerdo a hombres de
opiniones contrarias y que emplean medios tan
distintos? Sin embargo, yo no condeno a
ninguno..., y deseo se me trate con la misma
medida... Hagamos por tanto así: Omnis spiritus
laudet Dominum! (íTodo espíritu alabe al Señor!).
Usted, señor canónigo, tiene ya su plan: póngalo
en práctica y haga el bien: no le faltarán
ocasiones para fundar nuevos Oratorios. Yo tengo
también mi plan: veo sus conveniencias y los
medios con que cuento y voy adelante: vaya cada
cual libremente por su camino. Lo que importa es
hacer el bien. Además, necesito autonomía y, si
debo rodearme de muchos jóvenes, necesito
sacerdotes, clérigos, hombres que dependan
totalmente de mí y no de otros.
-Por lo visto, observó el señor Durando, usted
quiere fundar una congregación.
-Congregación o lo que fuere; yo necesito
erigir Oratorios, capillas, iglesias, catecismos,
escuelas, y sin un personal a mi disposición, no
puedo hacer nada.
((**It3.455**)) -Pero,
>>cómo se las va a arreglar para meterse en
empresas de ese tamaño? Harían falta locales y
dinero en cantidad.
-íNo harían falta! Se necesitan..., íy se
conseguirán!
El señor Durando se levantó y dijo:
-Entonces ya no es el caso de seguir exponiendo
razones.
Y así terminó aquel intento, inspirado en
deseos laudables, pero no acertados. Se llamó
testarudez a su constancia, fue tomado a chacota
hasta por sus amigos más íntimos, pero él siguió
impertérrito su plan. No mucho más tarde, contaba
él mismo este episodio a alguno de sus primeros
clérigos y repetía lo que ya había dicho muchas
veces; sus propias palabras, conservadas por
escrito, llegaron hasta nosotros:
-No me desalentaba por nada, pues yo sabía, y
ése era mi consuelo, que el Señor continuaría y
completaría su Obra por medio de los mismos
muchachos, educados en el Oratorio; sobre el
frontis de una casa, construida más tarde en el
espacio ocupado por el edificio Pinardi, y que
tenía la forma actual, antes de que éste
existiera, había yo visto con caracteres
cubitales: Hic nomen meum; hinc inde
(**Es3.354**))
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