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de 1822. Todo estaba calculado: aún se conservaba
en los centros de educación alguna práctica de
piedad, como la misa dominical y el triduo de
predicación para preparar la Pascua; pero se
arrebataba a la autoridad eclesiástica el derecho
a nombrar los directores espirituales y el de
velar por la instrucción religiosa en la
universidad y en las escuelas públicas y privadas.
La enseñanza quedó esencialmente secularizada. Por
gracia, dejaron los seminarios totalmente
dependientes de los Obispos; pero se declaraba que
no tenían valor los estudios realizados en los
mismos para examinarse y alcanzar títulos en las
escuelas gubernamentales, si no se cumplían los
nuevos reglamentos.
Don Bosco comprendió enseguida la necesidad de
abrir a toda costa numerosos institutos católicos,
porque, >>cómo hubieran podido los Obispos quedar
tranquilos con la ortodoxia de la enseñanza de la
religión, impartida por maestros ajenos a su
autoridad? Hacía tiempo que don Bosoc planeaba
amplios proyectos para ayudar a la educación
cristiana de la juventud; sus previsiones le
habían inducido a seguir prestándose para dar
clase de catecismo en diversas escuelas de la
ciudad. Y ahora se cumplían sus temores.
De vez en cuando había encontrado tiempo para
ir a la universidad y asistir a las lecciones de
literatura del ((**It3.448**)) célebre
Pedro Alejandro Paravía. Se aprovechaba de ellas
para perfeccionar sus escritos, empleando cada día
más esmero en el lenguaje para su modo natural de
concebir las ideas y expresarlas con sencillez, al
tiempo que observaba el espíritu que animaba
aquellas aulas. Así pudo observar la creciente
animadversión de muchos estudiantes y profesores
contra la Iglesia. Un día, oyó decir a Domingo
Berti, profesorde pedagogía y filosofía, a su
numeroso alumnado: <>. Era éste un deliberado
propósito de los sectarios que ya se apresuraban a
sacudir toda dependencia del sacerdocio.
Efectivamente, Cristóbal Negli, presidente del
Consejo universitario, declaraba, en carta del 8
de diciembre, que se excluía toda injerencia de la
autoridad episcopal en la universidad; que ya no
debía asistir a los exámenes ningún representante
del vicecanciller, y que quedaba prohibido a los
candidatos someter a la aprobación de los Obispos
las tesis a defender en los exámenes públicos.
Había también en la universidad la Facultad de
Teología: y de esta manera quedaba abierta la
puerta a la incredulidad y a toda suerte de
herejías; no hubo en adelante disparate ni error
que no se
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