((**Es3.347**)
Mientras tanto, ayudado probablemente por el
teólogo Cinzano y por don José Cafasso, la capilla
que debía ser pública, fue preparada de acuerdo
con las prescripciones de los sagrados cánones, y
provista de todo lo necesario para el ornato del
altar y la celebración de la santa misa. El
Vicario General Felipe Ravina, en nombre del
Arzobispo, ausente, delegaba por decreto del 27 de
septiembre de 1848 al teólogo Antonio Cinzano,
arcipreste de Castelnuovo y Vicario Foráneo, para
que examinara si se habían cumplido fielmente los
requisitos eclesiásticos en la construcción de
dicha capilla y, en consecuencia, bendecirla.
Añadía, además la fórmula <>.
Don Bosco fue a I Becchi en los primeros días
de octubre con unos dieciséis muchachos, internos
algunos y otros externos ((**It3.445**)) del
Oratorio festivo. Figuraba entre éstos un tal
Castagno, que todavía vivía en el 1902. El 8 de
octubre el teólogo Cinzano bendijo la capilla,
dedicada a la Virgen del Rosario.
Era el primer lugar sagrado que don Bosco
dedicaba al Señor y a la Santísima Virgen en
agradecimiento a los beneficios recibidos tan
espléndidamente en aquel mismo lugar. Se pudo
haber esculpido en el frontispicio el dicho de
Jacob: Locus iste sanctus est et ego nesciebam
(este lugar era santo y yo no lo sabía). La
primera fiesta se celebró con la mayor solemnidad
que se pudo y con gran concurso de gente. Los
muchachos del Oratorio permanecieron allí durante
toda la novena y la fiesta de Nuestra Señora del
Rosario, alegrando con sus cánticos a los
habitantes de la aldea. Desde que se bendijo la
capilla no dejó don Bosco de acudir cada año por
estas fechas hasta 1869, siempre acompañado de los
cantores que se habían portado mejor durante el
año. Predicaba todas las tardes la novena y por la
mañana administraba los sacramentos de la
confesión y comunión para dar comodidad a los
aldeanos que estaban la mar de contentos. Los
Salesianos continuaron esta costumbre
sininterrumpirla. Eran muchos los que recibían los
santos sacramentos. Acudían muchachos de Chieri,
Buttigliera, Castelnuovo y otros pueblos,
circunvecinos y aun lejanos, para confiar a don
Bosco los secretos de su alma.
El día de la fiesta servía de púlpito una cuba
boca abajo, colocada en la era, cubierta de paños,
y que había servido de tajón para las viandas de
los muchachos. Desde él don Bosco u otro sacerdote
invitado, predicaba las glorias del santo rosario.
Precisamente sobre este
(**Es3.347**))
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