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Don Bosco se puso un tanto serio y, al cabo de un
rato respondió:
-Sí, había muy pocas hostias en el copón y, no
obstante, pude dar la comunión a todos los que se
acercaron al comulgatorio, que fueron muchos. Con
este milagro quiso demostrar nuestro Señor
Jesucristo cuánto le agradan las comuniones
frecuentes y bien hechas.
Y habiéndole preguntado qué sentimientos
experimentaba en aquellos momentos en su corazón,
contestó:
-Estaba conmovido, pero tranquilo. Yo pensaba:
es un milagro mayor el de la consagración que el
de la multiplicación. Pero sea bendito el Señor
por todo.
Y cambió de conversación.
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