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ora a la izquierda, para sorprenderse mutuamente,
daban la impresión de encontrarse frenta a una
verdadera batalla. No faltaba más que el tronar de
los cañones, el restallar de los fusiles y el caer
de los muertos y heridos. El público contemplaba
asombrado el espectáculo, aplaudía a rabiar y,
((**It3.440**)) gritaba
íbravo, bien!
Los aplausos encendieron de tal modo el
espíritu guerrero de los combatientes, que, en un
momento dado, el bando vencedor, acosando a los
vencidos, olvidó la consigna y avanzó tan
adelante, que la lucha llegó hasta el huerto de
mamá Margarita. Derriban y arrancan la valla; unos
caen, otros se levantan: en un momento quedó todo
pisoteado y destruido. El Bersagliere gritaba,
sonaba la trompeta; pero las carcajadas y los
aplausos de la gente no dejaban oír nada. Cuando
los dos bandos volvieron a ponerse en orden, no
quedaba del huerto más que el recuerdo. Ante aquel
cuadro, creyendo la buena Margarita que el asalto
había sido hecho aposta, para hacer más bonito el
espectáculo, se dirigió a su hijo y con palabras
de justo resentimiento, dijo:
-Varda, varda, Gioanin, lo ca l'a fait 'l
BersagliŠ: a la guastame tut l'ort, que quiere
decir: -Mira, mira, Juan, lo que ha hecho el
Bersagliere: me ha destruido todo el huerto.
Y don Bosco, con la sonrisa en los labios, la
consoló diciendo:
Mare, cosa veuli feie? A son giouv“: Madre,
>>qué le vamos a hacer? Son muchachos.
Y luego, dirigiéndose al general, que se
retiraba confuso y mortificado por el contratiempo
y todavía más por el disgusto proporcionado a mamá
Margarita, le dio ánimos con graciosas palabras, y
sacando un cartucho de caramelos, se lo entregó
para que lo repartiese entre sus soldados
vencedores y vencidos.
El huerto se rehizo, por entonces; pero, no
mucho tiempo después, desapareció para dejar más
espacio libre al recreo de los muchachos. José
Brosio, alma del Oratorio, siguió frecuentándolo
hasta 1860.
Su trompeta fue uno de los premios de la
lotería que se hizo en Puerta Nueva en 1856, a
favor de los Oratorios, y en el catálogo de los
regalos aparecía con esta inscripción: Trompeta,
obsequio de un bersagliere.
A estas atracciones añadió don Bosco la de dar
de comer a cierto número de muchachos de la
ciudad. ((**It3.441**)) Acudían
éstos a la hora fijada para el almuerzo de los
internos, y comían con ellos lo que había hecho
preparar el buen sacerdote, que disfrutaba por
haber encontrado una ocasión más para animarlos a
ser buenos. Después,
(**Es3.343**))
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