((**Es3.312**)((**It3.400**))
CAPITULO XXXVII
LOS VALDENSES - FRUTOS AMARGOS - LAS DIECISEIS
MONEDAS Y EL LIBRO DE DE SANCTIS - LA SEÑAL DE
GUERRA - DISCUSION - LLUVIA DE PIEDRAS - DOS
DISPAROS DE PISTOLA - EL DUEÑO DE CAMPO - LA
FIESTA DE SAN LUIS - LOS DOS HERMANOS CAVOUR EN
PROCESION - EL DIARIO ARMONIA - PALMADAS
MISTERIOSAS
JUNTO a los periodistas, otros enemigos preparaban
nuevas batallas, aún más duras y peligrosas,
contra el Catolicismo. Un decreto del 19 de julio
de 1848, firmado por el príncipe Eugenio de
Carignano, terminaba con toda diferencia de trato
para Valdenses y Judíos. En él se proclamaba que
la disparidad de culto no era impedimento para el
goce de los derechos civiles y políticos, ni para
ocupar cargos civiles y militares. Con ello, en
atención al falso principio de la libertad de
conciencia, se entendía
también que se concedía la facultad de ejercer
públicamente su culto y propagar libremente sus
errores. Por decretos posteriores, dados el
diecisiete de febrero y el nueve de marzo, salían
los judíos de sus guetos y llegaban a ser, en poco
tiempo, los primeros propietarios del Piamonte.
Los pastores valdenses salieron también de los
valles de Pinerolo, donde la prudencia de los
Príncipes de Saboya los había confinado y se
extendieron por el resto del Piamonte y más tarde
por toda la Península. En tanto, aunque eran pocos
en Turín, al saberse apoyados por las autoridades
sectarias, quitaron todo freno a su audacia.
((**It3.401**)) Soñaban
ellos con una Italia hereje, en la que faltaran al
Pontífice sus súbditos, y él tuviera que abandonar
su Sede. Por eso, ya solos, ya unidos con los
protestantes de Suiza, Alemania e Inglaterra,
enviados para hacer propaganda entre nosotros, se
las ingeniaron por todos los medios para sembrar
por doquiera la cizaña de sus perniciosos errores.
Para mejor conseguir su intento, repartieron
libros, abrieron escuelas, dieron conferencias,
levantaron capillas, construyeron templos; y, como
si los católicos fueran paganos o adoradores de
las cebollas de Egipto, no ahorraron nada para
convertirlos a la secta de aquellas tres
joyas de apóstatas, que fueron Pedro Valdo, Lutero
y Calvino.
(**Es3.312**))
<Anterior: 3. 311><Siguiente: 3. 313>