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con su ejemplo. Por eso quiso el Salvador tener
por discípulos hombres rudos y con no pocos
defectos, para enseñar a los investidos de
autoridad cómo deben tratar a los sometidos a su
dirección...
En cuanto al segundo principio, decía San
Vicente que es propio del hombre equivocarse, como
es propio de las zarzas tener espinas punzantes;
que el justo cae siete veces al día, es decir,
muchas; que el espíritu, lo mismo que el cuerpo,
tiene sus enfermedades; que, dado que el hombre
debe hacer un continuo ejercicio de paciencia
consigo mismo, no es nada extraño que también la
ejercite con los demás; la verdadera justicia
conoce la compasión y desconoce la cólera; las
palabras que nos hieren son más un ímpetu de la
naturaleza que indisposición del corazón; los más
sabios no andan libres de las pasiones; y éstas
los hacen proferir, a veces, ciertas expresiones
de las que luego se arrepienten; en cualquier
sitio donde uno se halle, le toca siempre sufrir;
pero que, como es posible merecer al mismo tiempo,
resulta muy útil proveerse de dulzura, porque sin
esta virtud se sufre, pero sin mérito y con
peligro de la salvación eterna.
<((**It3.383**)) si, a
su pesar, aparece en él una alteración exterior,
se serena presto y vuelve a su estado natural. Si
se ve obligado a reprender o a castigar, cumple su
deber sin dejarse llevar por el primer ímpetu:
imita en esto al Hijo de Dios que llamó a San
Pedro Satanás, reprochó a los judíos su
hipocresía, y derribó las mesas de los que
comerciaban en el templo, pero todo lo hizo con la
mayor tranquilidad; mientras que un hombre sin
dulzura, en semejantes circunstancias habría
actuado con cólera.
>>El segundo momento de dulzura está en la
afabilidad, en una serenidad del rostro que
inspira confianza a todo el que se acerca. Hay
personas cuyo semblante amable y sonriente agrada
a todos; desde el primer momento parece que
ofrecen su corazón y cautivan; otros, por el
contrario, se presentan con aire reservado y su
mirada seca y ceñuda asusta y desconcierta. Un
sacerdote, un misionero, sin maneras insinuantes,
que cautiven los corazones, no conseguirá jamás
provecho alguno y será como un secadal que no
produce más que cardos.
>>Finalmente, el tercer momento de la dulzura
consiste en
(**Es3.299**))
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