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en ninguna ocasión. Recibía las visitas, trataba
con las autoridades de todo género, resolvía
cualquier asunto, compraba, vendía, todo era fácil
y llano para ella; nada le acobardaba; todo lo
miraba y lo sabía.
Cuando el hijo volvía a casa, salía ella a su
encuentro. Si le veía preocupado con algún
pensamiento serio, no le decía nada de lo ocurrido
durante la semana y lo dejaba para otro momento.
Si le veía jovial y comunicativo, le contaba todo,
ce por be, de un modo conciso y sin comentarios, y
se retiraba a sus ocupaciones.
Era una mujer admirable, llena de ese espíritu
de oración, maestro de sabiduría para humildes e
ignorantes de las ciencias humanas. Margarita
rezaba siempre. A más de la misa diaria, la
comunión frecuente, la visita al Santísimo
Sacramento y el rezo del santo rosario, con una
devota compostura que edificiaba a todos, estaba
de la mañana a la noche en continua comunicación
con Dios. íCúantas veces interrumpía un
padrenuestro o una salve para dar un consejo a
éste, una orden a aquél o una advertencia a aquel
otro!
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Fácilmente decía a un muchacho, que entraba en la
cocina mientras ella tenía algo entre las manos:
-Hazme el favor: aparta del fuego ese trozo de
leña: arde demasiado y quema el cobre:
<<íPerdónanos nuestras deudas!>>.
-<<íEa, pues, Señora, abogada nuestra!>>. Oye
-decía a uno que subía la escalera, toma la escoba
y barre esto.
Otras veces se asomaba a la ventana y llamaba a
un alumno:
-Mira aquella sábana que el viento ha tirado al
suelo: recógela y ponla en la cuerda: <>.
Alguna vez, mientras estaba rezando, se le
acercaba un alumno:
-Mamá, quería decirle una cosa.
Suspendía ella la oración, escuchaba,
satisfacía la ocurrencia y reanudaba su plegaria.
Si se encontraba en medio de la gente, sólo
movía los labios; pero cuando estaba sola,
desahogaba en alta voz por horas enteras sus
afectos con Dios. Don Bosco, que oía todo desde la
habitación contigua, alguna vez le llamaba para
distraerla un poco y le decía:
->>Madre, con quién discute?
Y Margarita respondía tranquila:
-No estoy discutiendo con nadie. Rezo por
nuestros muchachos y bienhechores.
Muchas veces, cuando le quedaba un momento de
respiro, corría a los pies de Jesús Sacramentado
en la capilla.
Pueden parecer, a más de uno, un tanto extrañas
estas costumbres.
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