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de aquella buena mujer y su repertorio de refranes
para adornar la conversación y esculpir en la
mente máximas de moral y de prudencia. 1
Y para dar satisfacción a varios antiguos
alumnos, que insisten en que deje constancia en
estas memorias de ciertos episodios graciosos en
los que, de algún modo, fueron parte o testigos,
vamos a narrar alguno.
Está un día Margarita sentada en su habitación.
A su diestra y a su siniestra mano tiene una silla
donde se amontona la ropa a reparar. Cose
incansablemente sin alzar los ojos. Un muchacho
está delante con la cabeza baja. Era antes un
chico dócil y devoto, pero empieza a ser
caprichoso y distraído. Margarita le está
diciendo:
->>Y por qué has cambiado tanto de como eras
antes? >>Por qué te has hecho malo? >>Por qué no
rezas? Si Dios no te ayuda >>qué bien podrás
((**It3.373**)) hacer?
Si no te enmiendas, >>adónde irás a parar? Procura
que el Señor no te abandone.
Y concluía: Para las cuestas arriba, quiero mi
burro, que las cuestas abajo yo me las subo. Y
cuando se las tenía que haber con imprudente, le
decía: El mundo es un mar redondo y el que no sabe
navegar se va al fondo.
Otro ha cometido una falta notable y acude a
ella a pedirle un favor. Tiende la mano derecha
como quien espera algo, mientras se cubre la cara
con la izquierda un poco avergonzado. Margarita le
dice:
-Bueno, haré lo que me pides; pero dime, >>has
ido a confesarte?
-Ayer por la mañana no tuve tiempo.
->>Y el sábado?
-Había muchos esperando ante el confesonario.
->>Y el domingo?
-No estaba preparado.
-Ya, ya... La mala lavandera no encuentra
piedra buena.
Le presenta uno la chaqueta haciéndole ver que
le falta un botón y rogándole que se lo pegue.
Ella le da un botón, aguja e hilo y le dice:
->>No puedes cosértelo tú? Toma hilo y aguja.
Hay que acostumbrarse
1 Es pura casualidad que un refrán o proverbio
de una lengua admita traducción directa a otra.
Así sucede con los que, a continuación, se va a
encontrar el lector. Solamente hemos intentado, al
traducirlos, adaptar el sentido del refrán o frase
italiana, que mamá Margarita manejaba tan
maravillosamente en su día, al de alguno parecido
en castellano. (N. del T.)
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