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nosotros salíamos del comedor cada vez con más
deseos de ser buenos>>.
También por este motivo don Bosco sentaba a su
mesa los domingos a los dos que le habían ayudado
la misa, por turno, durante la semana; después de
la comida se acercaban a él para darle las gracias
y siempre recibían un buen consejo que les dejaba
imborrable impresión.
Puesto que hemos mencionado el refectorio
diremos cómo, ya desde 1848, hablaba de un
proyecto que años más tarde refería comiendo con
sus primeros internos. El joven Santiago Bellia,
que vivía con su familia en una casa cercana al
Oratorio, después de la comida iba corriendo a
llevar a don Bosco las revistas católicas, los
Anales de la Propagación de la Fe y los de la
Santa Infancia. Sentándose cerca de la mesa, leía
en alta voz aquellos fascículos que tanto
interesaban a don Bosco, el cual, después de oír
la narración de las gestas de los misioneros,
muchas veces exclamaba:
-íOh!, si yo tuviese muchos sacerdotes y
clérigos; los mandaría a evangelizar la Patagonia
y la Tierra del Fuego. >>Y sabes por qué, amigo
Bellia? íAdivínalo!
-Quizás porque es donde más necesidad hay de
misioneros, contestaba Bellia.
-Lo has adivinado; porque estos pueblos han
sido hasta ahora los más abandonados.
Ya don Bosco se sentía entonces atraído por la
Providencia hacia aquellas remotas regiones.
-Era el tipo del sacerdote santo, exclamaba don
Ascanio Savio.
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