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efecto, nadie puede conocernos mejor que quien
convive familiarmente con nosotros y, sin que lo
advirtamos, obseva nuestras acciones y palabras.
No debemos pasar adelante en nuestra narración
sin señalar los varios oficios que don Bosco
ejercía en aquellos tiempos. Ante todo, mientras
los aprendices trabajaban en la ciudad, él seguía
en casa dando clase a ciertas horas del día a
algunos muchachos de Turín que mostraban
excelentes condiciones para los estudios y le
ayudaban en el Oratorio festivo y las clases
nocturnas. Con un método muy suyo y extraordinaria
paciencia, los preparó en poco tiempo para
emprender honrosas carreras o para administrar muy
bien negocios de su familia. En otro tiempo, daba
también clase de teología a algunas seminaristas,
como nos contaba don Félix Reviglio, cumpliendo lo
prometido al Arzobispo.
En las tardes de invierno y de otoño, volvían a
casa algunos de los muchachos a la puesta del sol
y otros no aparecían hasta dos o tres horas
después, según las exigencias de los respectivos
oficios. Don Bosco procuraba ocupar a los que
llegaban primero en algo útil, para evitar que
estuvieran ociosos.
José Buzzetti solía pintarnos una escena digna
de un cuadro flamenco. Todos reunidos en la
cocina... Del techo cuelga una luz. En un rincón
se sienta mamá Margarita, que remienda una
chaqueta. A caballo de un taburete y, apoyado
sobre la mesa, garabatea un muchacho su cuaderno.
Junto a él ((**It3.359**)) hay uno
que estudia la lección con un libro en las manos y
otro recita en alta voz las respuestas del
catecismo. Aparte, casi en la oscuridad, apoyado
contra la pared, un mozuelo rasca las tripas de su
viejo violín. Junto a la puerta, en la sala
vecina, se oye a uno que golpea las teclas de la
espineta y más allá unos chiquillos ejecutan, con
el papel en la mano, una pieza musical, vueltos
hacia don Bosco, el cual, desde el fondo de la
escena, aparta el puchero del fuego y lleva el
compás con el cucharón humeante de remover la
polenta...
Pero esto no basta: aún tenía más ocupaciones
en casa. Como no podía tomar personal de servicio,
hacía con su madre todas las labores domésticas.
Mientras Margarita atendía a la cocina, vigilaba
el lavado, repasaba y planchaba la ropa y
remendaba los vestidos rotos, él ciudaba todos los
más pequeños detalles. En aquellos primeros años
en que don Bosco hacía vida común con los
muchachos, cuando no se movía de casa estaba
dispuesto a todo.
Por la mañana insistía para que los muchachos
se lavaran las manos y la cara, peinaba a los más
pequeños, les cortaba el pelo, les
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