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Después de éstos, en el año 1848 don Bosco
metía en su casa otros cinco muchachos muy
necesitados, tomando en alquiler otra habitación,
a un precio exorbitante, ya que todavía no estaba
la casa libre de todos los antiguos inquilinos.
Así que el número total de recogidos llegó a
quince. Comenzó, mientras tanto, a dedicar a un
santo cada uno de aquellos pobres dormitorios, o
familias como él los llamaba entonces, para que
los muchachos se animaran cada vez más a las
prácticas de piedad y religión. Y ((**It3.347**)) fueron
los primeros: San Juan, San José, Santa María, el
santo Angel Custodio.
Su madre, que veía crecer el número de
recogidos y que, si quedaba un puesto vacante,
inmediatamente era ocupado por otro muchacho,
preguntaba a menudo a don Bosco:
->>Y qué les vas a dar de comer, si no tenemos
nada?
Y don Bosco bromeando respondía:
-Les daremos alubias: no se preocupe de ello.
Le dijo otra vez:
-Si sigues siendo siempre el mismo y me traes a
casa chicos nuevos cada día, no va a quedarte nada
para cuando seas viejo.
-Siempre me quedará, respondía don Bosco, un
puesto en el Hospital de Cottolengo. Pero si ésta
mi empresa es obra de Dios, irá adelante.
Y Margarita confiaba tranquila en la palabra
del hijo, puesto que era testigo de los continuos
milagros de la Divina Providencia.
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