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el chiquito, ya huérfano de padre, perdía a su
madre. Un hermano mayor suyo estaba en el
ejército; y él, al quedarse solo con una
hermanita, para colmo, fue puesto de patitas en la
calle por el dueño de la casa, porque su madre no
había podido pagar el alquiler durante el tiempo
de la enfermedad. Caminaba un atardecer don Bosco
hacia Valdocco y, casi al llegar al Rondó, oyó los
sollozos de un chiquillo. Se acercó y vió a su
barberillo deshecho en amargo llanto.
->>Qué te pasa, Carlitos?, le preguntó.
Y el pobrecito, con un hablar interrumpido por
los sollozos, le contó la triste historia. Don
Bosco se conmovió, y como si Dios le hubiese hecho
encontrar un tesoro, tomó de la mano al desolado
huerfanita y se lo llevó consigo a casa. La
hermanita, a su vez, encontró alojamiento en casa
de una cristiana y pobre mujer y, luego, fue
colocada en el hospicio de Casale Monferrato,
donde acabó sus tiernos años en la paz de Dios.
Nuestro jovencito fue instruido y creció piadoso y
de buenas costumbres,
conservándose siempre muy amigo de don Bosco.
((**It3.346**)) Una
mañana se encontró don Bosco un muchacho con la
ropa hecha jirones, mojado por el rocío de la
noche, sentado en el bordillo de una avenida,
temblando de frío, y con las señales de muchos
dolores en la cara.
->>Qué haces aquí solo?
-Me echó mi padre ayer de casa...
-Habrás hecho alguna de las tuyas.
-íNo! Mi patrón me echó de la fábrica porque no
era capaz de hacer ciertos trabajos. Y después, al
volver a casa, agarró furioso un palo y yo tuve
que huir.
->>Cómo te llamas?
-Andrés S...
->>Has comido?
Y el muchacho, bajando la voz, respondió:
-He robado un bollo al panadero.
->>Y si te llevan a la cárcel, pobrecito mío?
El muchacho se echó a llorar. Don Bosco le
consoló con afectuosas palabras, lo llevó al
Oratorio y, según su costumbre de devolver los
muchachos a sus padres, calmarlos si estaban
ofendidos y hacer pedir el correspondiente perdón
a los hijos, envió al padre Giacomelli para que
intercediera en su nombre en favor de aquel
pobrecito. Pero su padre se mostró duro y no se
dio a razones; entonces don Bosco compadeciéndose,
aumentó con uno más el número de sus recogidos.
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