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((**Es3.265**)((**It3.337**)) CAPITULO XXXII NUEVOS MUCHACHOS ASILADOS - <> REFUGIO DE UN SEGUNDO MUCHACHO - EL BARBERILLO - UN EXPULSADO DE SU CASA - PRIMEROS SANTOS PROTECTORES DE LOS DORMITORIOS CANSADOS y aturdidos por el fragor de las batallas y el griterío de las plazas, busquemos unos instantes de reposo en la paz que alegra la casa Pinardi. Aunque eran ya mil quinientos los muchachos de la ciudad que acudían los días festivos al Oratorio de San Francisco de Sales y al de San Luis Gonzaga, eran todavía muchos más, como hemos visto, los que, por incuria de padres y patronos, andaban errantes por calles y plazas, alejados de las funciones sagradas. Había entre éstos un grupo, cuyo jefe era un muchacho de unos dieciséis años, esbelto, de carácter vehemente, capaz de dirigir él solo un regimiento de soldados. Había éste oído hablar de don Bosco a un amigo suyo como de un padre amoroso de la juventud, mas no se había impresionado por aquellas alabanzas. Cuando he aquí que un domingo de 1847, habiéndose reunido aquellos bribonzuelos en el acostumbrado reducto de sus diversiones, advirtió que faltaba un compañero y preguntó a los demás el porqué. -Ha ido, respondió uno de ellos, al Oratorio de don Bosco, un cura muy simpático que trata muy bien a la gente. ((**It3.338**)) ->>Oratorio de don Bosco?, repitió el mozalbete; >>qué es eso de Oratorio? >>Qué se hace allí? -Dicen que es un lugar donde se reúnen muchos muchachos; allí juegan, corren, saltan, cantan y después van a una iglesia cercana a rezar. -íCorren, juegan, saltan y cantan! Todo eso me gusta a mí; pero >>dónde está ese lugar? -En Valdocco. -Vamos a verlo, concluyó el capitanejo. (**Es3.265**))
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