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así que había continuas reyertas y batallas a
pedradas por espíritu de malvada brutalidad, por
ofensas recibidas de los adversarios por uno de
los compañeros o por un desafio con el que una
asociación quería aumentar las glorias de sus
hazañas. Eran luchas de miedo, de las que resulta
difícil hacerse idea, porque, junto a los
chiquillos, había mozalbetes que tomaban parte. No
había fuerza humana capaz de detenerlos. Ni
guardias ni municipales podían contra ellos y no
se atrevían a separarlos. Apenas aparecían, si
eran pocos, se oía un silbido convencional y
lanzaban las piedras contra los guardianes del
orden; si llegaban más policías, sonaba otro
silbido y aquellas turbas feroces se dispersaban y
desaparecían; si los guardias se retiraban, un
tercer
silbido reunía a los combatientes y se reanudaba
la pelea.
Desde el comienzo de estas salvajes escenas,
quiso don Bosco impedirlas y hacer algún bien a
aquellos desgraciados. Comenzó por atar más a los
Oratorios a base de especiales ((**It3.328**))
larguezas a algunos muchachos que los
frecuentaban, más pundonorosos y más proclives a
pegarse. Si se encontraba por la ciudad con
algunos malos sujetos, por él conocidos antaño en
las cárceles, hablaba con ellos tratando de
renovar la antigua amistad. Si iba a la prisión,
donde era recluido de vez en cuando algún jefe de
banda atrapado por los guardias de noche, solo y
fuera de su barrio, empleaba todas las artes de la
más fina caridad para tranquilizarle, socorrerle y
sacarle de aquellas malditas asociaciones. De este
modo no extraña ver que encontrara a algunos
amigos en medio de aquellas hordas. Sin embargo,
no era fácil su empresa y le tocó soportar graves
insultos.
Sucedió que, al pasar cierto día por un
descampado distante de la ciudad, descubrió un
animado grupo que preparaba una marcha contra las
asociaciones o pandillas de otro barrio. Sin más,
se acercó a ellos, les saludó y les dijo:
->>Cómo estáis? >>Qué hay de bueno?
->>Qué quiere de nosotros? íSiga su camino!,
respondióle bruscamente uno de ellos.
->>Y por qué respondes así? Yo creía que
hablaba con amigos.
->>Yo amigo de los curas? - Y reía con burla.
->>No sabes quién es este cura?, le dijo por lo
bajo un compañero. íEs don Bosco!
->>Y a mí qué me importa?, exclamó el valentón,
vomitando un insulto de mal gusto.
-íCuidado!, replicó el otro compañero -íAy de
ti si faltas al respeto a don Bosco! Como vuelvas
a decir otra palabra, te rompo la crisma.
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