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al error? Si yo presento a una mente tosca el
defecto de un miembro de una congregación, >>no es
verdad que nacen en ella dudas, que la inducen a
sentir repugnancia por toda la comunidad? >>Y no
es esto un error? Sólo aquel que tiene ante sus
ojos toda la historia de dos mil años, puede ver
que culpas de hombres, aún eminentísimos, no
obscurecen la santidad de la Iglesia; antes al
contrario son una prueba de su divinidad, porque,
si se mantiene siempre indefectible, quiere decir
que el brazo de Dios
siempre la ha sostenido y la sostiene. Y esto es
lo que entenderán los jóvenes cuando lleguen a
completar sus estudios. Recuerda, además, que las
impresiones funestas recibidas en tierna edad, por
una conversación imprudente, traen muchas veces
consecuencias lamentables para la fe y las buenas
costumbres>>.
Añadiremos finalmente que don Bosco no se fiaba
de su propio juicio cuando escribía.
Ya hemos dicho que había trabado amistad con
Silvio Péllico y que admiraba aquella su humildad
que no le permitía alardear de su propio talento,
a pesar de que su nombre era celebrado por toda
Europa. Iba muchas veces a visitarlo, lo mismo en
Turín que en Moncalieri, y no era raro que Silvio
Péllico le devolviera la visita y fuera a gozar
con el espectáculo del Oratorio. Se intercambiaron
varias cartas y finalmente don Bosco le pidió que
le diera su opinión sobre el compendio de la
Historia Eclesiástica que iba a publicar. Silvio
Péllico examinó atentamente el manuscrito, hizo
alguna correción y lo alabó.
Nunca olvidó don Bosco un consejo suyo. Un día
le preguntó Silvio Péllico si empleaba mucho el
diccionario para escribir. Respondió don Bosco que
le parecía conocer suficientemente la lengua
italiana y que, en medio de tantas cosas como
llevaba entre manos, no tenía tiempo para
consultarlo.
((**It3.315**)) - No,
querido don Bosco, continuó Silvio Péllico; no se
fíe demasiado y tenga paciencia. Mire; yo no sé
escribir una página sin consultar el diccionario;
y si dejara de consultarlo, frecuentemente
cometería faltas. Es muy necesario para conocer la
fuerza y exactitud de las palabras y su
ortografía. Nos parece que muchos términos los
conocemos, y en realidad nos engañamos. Resulta
fácil caer en galicismos, en locuciones latinas o
dialectales. Siga mi consejo; tenga siempre a mano
el diccionario. A medida que lo vaya empleando,
verá que tengo razón al permitirme darle este
consejo.
Desde aquel día don Bosco, no sólo siguió el
consejo, sino que hasta en sus continuos viajes,
no dejaba de meter en la maleta un
(**Es3.247**))
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