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verdadera Madre de Dios; y el año 1136, la iglesia
de Lyon comenzaba a celebrar la fiesta de la
Inmaculada Concepción de María, lo que demuestra
que ya en los siglos pasados existía esta creencia
en los pueblos. En el 491, el Papa Gelasio
celebraba en Roma un Concilio con muchos obispos y
decretaba cuáles eran los libros auténticos del
Antiguo y del Nuevo Testamento, y cuáles eran los
apócrifos; prescribía el libro llamado
Sacramental, que contiene casi todas las misas del
Misal Romano y la fórmula para impartir las
bendiciones; instituyó la procesión de las
candelas en la fiesta de la Purificación de María
Santísima y estableció las ordenaciones de los
eclesiásticos en las cuatro témporas. San Gregorio
Magno, elegido Papa el 590, en cuyas manos se
cambió en carne una hostia consagrada, compuso el
antifonario y el breviario que la Iglesia emplea
en nuestros días e instituía las letanías de los
santos, la procesión en la fiesta de San Marcos y
la imposición de la ceniza en el primer día de
Cuaresma. En estos libros y en estas plegarias
aparece evidente la creencia de la presencia real
de Jesucristo en la sagrada Eucaristía, la
práctica de invocar a la Santísima Virgen y a los
Santos, la existencia del purgatorio y la
confesión sacramental y los otros
sacramentos. En fin, para abreviar, en el 553 el
Papa Virgilio y el Concilio ((**It3.309**))
Constantinopolitano II presentaba una prueba
luminosa del poder de la Iglesia para condenar los
escritos malos, juzgar sobre dichos libros y
exigir a los fieles que se sometan a su juicio.
Ante estos argumentos aducidos por don Bosco
>>cómo podrían negar los protestantes, sin
manifiesta mala fe, que la Iglesia Católica no
practica ni cree lo que creía y practicaba en los
primeros siglos?
De los protestantes pasaba don Bosco a los
judíos. Describía, verificada por Tito y por
Juliano el Apóstata, la profecía de Jesucristo
sobre la destrucción de Jerusalén y afirmaba con
el testimonio de los libros inspirados que todo el
pueblo de Israel se hará cristiano en los últimos
tiempos. Describía la atroz persecución arábiga en
España contra los cristianos, para obligarlos a
abrazar el judaísmo o hacerse mahometanos.
Demostraba lo mucho que un judío odia a un
cristiano con el horrible martirio de tres días
que hicieron sufrir al santo muchacho Vicente
Verner de TrŠves en Francia, el año 1287; y con la
muerte igualmente dolorosa del padre Tomás de
Cerdeña en Damasco, durante los últimos años de
Gregorio XVI. <>.
En tercer lugar, refiriéndose a las causas de
la aberración de muchos cristianos y de los hechos
dolorosos que últimamente contristaban
(**Es3.243**))
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