((**Es3.241**)
haría en lo porvenir, quería seguir impávido su
camino, pero defendiéndose de las ofensas.
La prudencia cristiana debe tender siempre al
mismo fin, a Dios. Aún siendo buenos los motivos
que la mueven a obrar, elige los medios que cree
más convenientes, regula acciones y palabras, y
hace todo con madurez, peso, número y medida, aun
para vencer los obstáculos y esquivar los peligros
que sabe prever. Y no consulta solamente la razón,
sino que fija sus ojos en las máximas de fe y de
conducta moral que nos enseñó nuestro Señor
Jesucristo. Con esta prudencia, en medio del
desenfreno de las desencadenadas ((**It3.306**))
pasiones políticas y religiosas, preparaba don
Bosco la segunda edición de la Historia
Eclesiástica. Quería explicar a la juventud toda
la verdad, aun sobre ciertos acontecimientos
contemporáneos; quería señalarles quiénes eran los
enemigos actuales de la Iglesia. Mas, por otra
parte, conocía la necesidad de no provocar su ira
sobre sus Oratorios. Por esto, de acuerdo, como ya
se dijo, con su plan bien madurado, no
especificaba acusaciones en capítulos distintos,
sino que presentaba sus afirmaciones, narraba los
hechos de aquí y allí por orden cronológico, sin
invectivas, sin mostrarse batallador y sin
descubrir su fin, que era precisamente el
combatirlos. Esta reedición, como la primera,
seguía el mismo método de preguntas y respuestas;
era casi una reproducción, pero añadía algunas
variaciones notables, inspiradas en los tiempos
que corrían: y puesto que no se encuentran hoy en
la edición de su Historia Eclesiástica que tenemos
entre manos, no conviene que se pierdan.
En la primera página aparecía el escudo del
Romano Pontífice. Debajo había una viñeta, que
representaba a San Pedro, de rodillas ante el
Divino Salvador, entregándole las llaves, con la
inscripción: Et tibi dabo claves Regni coelorum
(Te daré las llaves del Reino de los cielos).1
Enfrente, su nombre y apellido eran como una
profesión de la propia Fe.
Después, sin dejar pasar ninguna ocasión para
resaltar las divinas perrogativas del Papa y de la
Iglesia, pasaba revista de todos sus enemigos,
protestantes, judíos y sectarios de toda especie.
En primer lugar los protestantes. Narraba
brevemente el origen de los valdenses, su
ignorancia de las Sagradas Escrituras, sus
herejías, su fuga de Lyon, su llegada al valle de
Lucerna, junto a Pinerolo, la condena de sus
errores, pronunciada en el tercer Concilio
Lateranense por 302 Obispos presididos por
Alejandro III, las rebeliones
1 Mateo XVI, 19.
(**Es3.241**))
<Anterior: 3. 240><Siguiente: 3. 242>