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((**Es3.238**) mezcló con los muchachos que habían vuelto al patio. Sucedió algo conmovedor. Muchos, apretándose en su derredor, sollozaban y lloraban de alegría; otros, besaban sus manos y se las dejaban cubiertas de lágrimas; todos, la mar de satisfechos, daban gracias a Dios por haberlo librado tan maravillosamente. Don Bosco les decía: -Si la Virgen no le hubiera hecho fallar el blanco, ciertamente me habría acertado; pero se ve que es un mal tirador. Mirando luego la sotana agujereada, exclamó: -íAy, pobre sotana mía! Me sabe mal por ti, que eres la única que tengo. Mientras tanto un muchacho recogió el proyectil del suelo y se lo presentó a don Bosco. Era de hierro, de un diámetro discreto, dado que las armas de aquellos tiempos eran de mayor calibre que las modernas. Lo tomó don Bosco en las manos y enseñándoselo a los muchachos, añadió: -íMiradlo! >>Lo veis? Se trata de jóvenes inexpertos que quieren jugar a las bochas y no saben dar el golpe. No se pudo saber nada de quién había disparado, porque desapareció entre el humo de la pólvora. Don Bosco, ((**It3.302**)) hizo sin embargo, prudentes pesquisas y llegó a saberlo todo con pelos y señales: el asesino era un loco, responsable de otros delitos, que en aquellos días servía de instrumentos a ciertos partidos y que parecía estar seguro de permanecer impune. Quizá otros habían armado su mano. Don Bosco, que ya le conocía, se encontró con él un día, y persuadido de que, al verse descubierto, no habría atentado otra vez contra su vida por miedo a una denuncia, sin más le preguntó por qué causa se había decidido a jugarle tan mala partida. Sorprendido, pero no avergonzado, respondióle con brutal jactancia y alzando los hombros: -Casi tampoco yo sé el motivo. Quería probar si el fusil hacía buen blanco en la pared de su casa. -Eres un desgraciado..., pero te perdono de corazón..., y quiero ser tu amigo. A lo largo de esta historia habrá ocasión de narrar otros viles atentados contra la vida de don Bosco, sobre todo cuando empezó a escribir las Lecturas Católicas y a rebatir los errores de los protestantes. Palparemos que si este amigo y padre de la juventud no cayó muerto, se debe del todo al Señor, que siempre veló sobre él providencialmente y lo defendió y protegió muchas veces de forma maravillosa. (**Es3.238**))
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