((**Es3.232**)
instituciones. Le irá muy bien; aumentarán las
limosnas y yo mismo y el Ayuntamiento le
ayudaremos con creces.
-Agradezco su buena voluntad; pero es mi firme
propósito atenerme a la única finalidad de hacer
el bien moral a los muchachos pobres, con la
instrucción y el trabajo, sin llenarles la cabeza
de ideas que no son para ellos. Recogiendo a los
muchachos abandonados y haciendo qeu sean buenos
hijos de familia e instruidos ciudadanos, ya
demuestro bien a las claras que mi Obra, lejos de
ser contraria a las modernas instituciones, es
precisamente del todo conforme y útil para ellas
mismas.
-Lo comprendo, añadía d'Azeglio; pero usted se
equivoca y, si persiste en su sistema, todos se
alejarán de su Obra y se le hará imposible. Hay
que estudiar el mundo, querido don Bosco, hay que
conocerlo y poner los antiguos y modernos
institutos a la altura de los tiempos.
-Agradezco sus consejos, mi sin igual señor
Marqués, y sabré aprovecharlos; pero usted me
perdone ((**It3.294**)) si no
puedo ir con mis muchachos a la fiesta próxima.
Invíteme a cualquier lugar, a cualquier obra en la
que el sacerdote pueda ejercitar su caridad y me
tendrá dispuesto a sacrificarlo todo, hasta mi
vida; pero no quiero turbar la mente de mis
muchachos llevándolos a espectáculos, cuyo
verdadero alcance no están capacitados para
apreciar. Además, señor Marqués, en las
condiciones en que me encuentro, me he fijado la
norma de mantenerme ajeno a todo lo que se refiere
a política. Nunca en pro y nunca en contra.
Mientras tanto don Bosco le enseñó la casa, le
habló de sus planes para el futuro, y le fue
describiendo el horario de las ocupaciones de sus
muchachos. El Marqués expresaba su admiración y
alababa todo, pero juzgaba tiempo perdido el
empleado en las largas oraciones y decía que la
antigualla de cincuenta Avemarías ensartadas una
tras otra no tenían razón de ser y que don Bosco
debía haber abolido tan aburrida rutina.
-Pues mire, respondió amablemente don Bosco;
tengo metida en el alma esa rutina; y puedo
decirle que mi institución se apoya en ella:
estaría dispuesto a dejar muchas otras cosas muy
importantes, antes que ésta; y hasta, si fuera
menester, renunciaría a su valiosa amistad, pero
no al rezo del santo rosario.
Al ver a don Bosco tan firme en su principio,
el ilustre caballero se retiró y desde entonces ya
no tuvo más relaciones con él.
Pero las repetidas negativas de don Bosco de no
querer aparecer en los desfiles, su ilimitada
devoción a la Cabeza de la Iglesia y al
(**Es3.232**))
<Anterior: 3. 231><Siguiente: 3. 233>