((**Es3.230**)
agrado. El 9 de febrero salieron nuevamente del
seminario muchos seminaristas y se pasearon por la
ciudad luciendo la escarapela al pecho. El
peridismo revolucionario los colmó de alabanzas y
los incitó a nuevas rebeliones.
Entre tanto la visita diaria de don Bosco a su
Arzobispo se hacía cada vez más larga.
El 12 de febrero se organizó una función de
acción de gracias en la iglesia del Milagro, con
asistencia de los decuriones y oficiando el
Arzobispo, el cual, en una lacónica circular,
facultaba el mismo día a todas las iglesias de la
((**It3.291**))
Diócesis para cantar un Te Deum solemne. Esperaban
todos que monseñor Fransoni, al igual de otros
obispos, hiciera alguna alusión al Estatuto, al
anunciar el indulto de la próxima cuaresma, que
empezaba el 8 de marzo. Pero él, en su pastoral
del 24 de febrero, no aludió al asunto y encargó a
todos los párrocos que en sus sermones no entraran
en política. Su circular fue juzgada severamente
por los liberales y tomada como prueba evidente de
aversión a las franquicias concedidas. En
consecuencia, empezaron a maquinar la manera de
alejar al Arzobispo de la diócesis.
Entre tanto, la súplica para la emancipación de
valdenses y judíos había sido atendida en parte
por el Rey: el 17 de febrero declaraba por decreto
que se concedían a los valdenses todos los
derechos civiles y políticos, asistir a las
escuelas dentro y fuera de la universidad y
conseguir los grados académicos. Pero nada se
innovaba sobre cuanto estaba en vigor sobre el
ejercicio de su culto y de las escuelas por ellos
dirigidas.
De una fiesta se pasaba a otra.
El 27 de febrero determinó el Ayuntamiento
celebrar solemnemente la promesa del Estatuto con
una misa cantada y un Te Deum en la iglesia de la
Gran Madre de Dios. Rogaron a monseñor Fransoni
que presidiera y autorizara cantar bajo los
pórticos de la misma iglesia. El rehusó su
autorización y su asistencia, permitiendo
solamente que desde allí se impartiera la
bendición con el Santísimo. La demostración se
convirtió en una procesión pública esplendorosa.
Gente llegada de todo Piamonte, de Liguria, de
Niza, de Saboya, de Cerdeña y Lombardía llenaba el
inmenso espacio que va desde el palacio real hasta
la otra orilla del Po. Intervinieron el Rey con
los principes, el Municipio, las delegaciones de
los ayuntamientos con sus estandartes, las de las
provincias, las sociedades de artesanos y a su
cabeza una ((**It3.292**))
comitiva de Valdenses. La multitud cantaba a voz
en grito: Fratelli d'Italia, l'Italia si é desta
(Hermanos
(**Es3.230**))
<Anterior: 3. 229><Siguiente: 3. 231>