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CAPITULO XXVII
EL AÑO 1848 - CONSTANCIA Y FIRMEZA DE MONSEÑOR
FRANSONI - CARLOS ALBERTO PROMETE EL ESTATUTO -
EMANCIPACION DE LOS VALDENSES - DON BOSCO REHUSA
PARTICIPAR EN LAS MANIFESTACIONES POLITICAS - ES
LLAMADO A LA ALCALDIA
EL año 1848 abría sus puertas a grandes
acontecimientos. Las sectas cosmopolitas estaban
preparadas para entrar en acción. De un extremo al
otro de Italia se reclamaban a los príncipes las
reformas civiles. Los periódicos del Piamonte
estaban plagados de noticias inventadas sobre las
crueldades, vejámenes y opresiones de los
austríacos contra los lombardo-vénetos. En Turín
resonaban los gritos de guerra y íabajo Austria!,
que había aumentado sus guarniciones en las
provincias italianas de su dominio, en las que
contaba con 80.000 hombres. Pero estos gritos se
mezclaban con otros más feroces de ímueran los
jesuitas! Los sectarios habían esparcido la voz de
que estos religiosos eran partidiarios de Austria
y de que Carlos Alberto, a instigación suya, no
había concedido la amnistía por delitos políticos,
ni la guardia cívica, ni la disminución del precio
de la sal. Los escritos de Gioberti habían
encendido también el odio contra las Damas del
Sagrado Corazón, presentándolas como afiliadas a
la Compañía de Jesús.
En tanto, Carlos Alberto creía todavía que
podría conciliar las pretensiones revolucionarias
con las regias perrogativas ((**It3.289**)) de
monarca absoluto. Había dicho: <>.
Pero el 7 de enero los jefes del periodismo
piamontés se reunieron para pedírsela. Era una
respetuosa amenaza que asustó y dejó perplejo al
Soberano. El día 12 estallaba en Sicilia, envuelta
en sangre, la revolución preparada por
mazzinianos. Las provincias napolitanas amenazaban
también con sublevarse; Fernando II concedía la
Constitución y poco después le imitaba el Gran
Duque de Toscana. El primero de febrero corrían
como una chispa eléctrica entre los habitantes de
Turín estas noticias y la consigna:
(**Es3.228**))
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