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>>Al salir de la iglesia, una turba de
muchachos rodeó a don Bosco y al teólogo Borel.
Uno prometía llevar al nuevo Oratorio a su
pariente, éste a su vecino, aquél a su amigo. Los
dos sacerdotes tuvieron el feliz presagio de que,
por la misericordia de Dios, la nueva obra no
fracasaría.
>>La víspera de la gran fiesta de la Inmaculada
ya estaba preparada la capilla, que se iba a
dedicar a San Luis. Las caridad de varios
bienhechores y bienhechoras, que constituían
entonces los llamados cooperadores de don Bosco,
había preparado un cuadro del Santo, candeleros,
velas, manteles, alba, casulla, capa pluvial,
bancos, reclinatorios, un pequeño armario y una
mesa para la sacristía. Algunas piadosas señoras
bordaron la mayor parte de los ornamentos. Los
pocos objetos que aún faltaban para las funciones
sagradas, se llevaron del Oratorio de San
Francisco de Sales o se pidieron prestados a la
parroquia cercana.
>>Amaneció el ocho de diciembre de 1847, en
medio de una nevada espesa y abundante. Era el
tercer aniversario de la bendición, en el
Hospitalillo de la marquesa Barolo, de la primera
capilla del Oratorio de San Francisco ((**It3.283**)) de
Sales, que a partir de aquel día, tomó el nombre
del dulcísimo Santo y empezó a ensacharse de modo
sorprendente.
>>En prenda de que también este segundo
Oratorio proporcionaría, como el primero, mucho
bien a la juventud, y tendría la misma fortuna,
quiso Dios se empezara en la misma fecha, esto es,
en un día consagrada a la Inmaculada Virgen María,
ángel custodio y poderoso apoyo de las obras más
hermosas.
>>Los blancos copos de nieve que del cielo
caían, eran también un alegre presagio. Parecía,
en efecto, que el Señor quisiera indicar que los
muchachos de aquel Oratorio se multiplicarían, con
el tiempo, como los copos de la nieve, cuya
blancura era el símbolo de la inocencia que
conservaría o devolvería a sus almas.
>>Además, el Santo que se tomaba por patrono y
modelo, era prenda segura de un gran bien. Los
acontecimientos se encargaron muy pronto de
demostrar que todo ello no era pura ilusión.
>>El mal tiempo no impidió que los muchachos
acudieran al Oratorio en gran número. A las siete
de la mañana ya esperaban algunos para confesarse
y, alrededor de las ocho, estaba llena la capilla.
El teólogo Borel realizó la ceremonia puesto que
don Bosco debía atender el Oratorio de Valdocco.
Bendijo la capilla, celebró la misa y después
dirigió a los muchachos un sermoncito afectuoso,
en el que les dijo:
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