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y os lo diré. El Oratorio se abrirá hacia Puerta
Nueva, cerca del puente de hierro, en la rambla
del Rey, que también se llama rambla de los
Plátanos, por los árboles situados a sus lados.
Por tanto, deberán ir allí los que habitan por
aquella parte; porque les pilla más cerca y
también para atraer, con su ejemplo, a otros
muchachos de aquellos contornos.
->>Y cuándo se abrirá?
-Ya están trabajando los albañiles para
preparar la capilla y yo espero que el día ocho
del próximo diciembre, fiesta de la Inmaculada
Concepción de María, podremos bendecirla. Así, lo
mismo que hicimos con el primero, abriremos un
segundo Oratorio en un día dedicado a la Madre de
Dios, y lo pondremos bajo su poderosa protección.
->>Y cómo lo llamaremos?
-Lo llamaremos Oratorio de San Luis por dos
motivos: el primero, para ofrecer a los muchachos
un modelo de inocencia y de virtud como el que nos
propone la misma Iglesia en San Luis Gonzaga e
imitarle; el segundo, en reconocimiento y gratitud
a nuestro Arzobispo monseñor Fransoni que tanto no
quiere, nos ayuda y nos protege. >>Qué os parece?
>>Estáis contentos?
Una estruendosa salva de <> fue la
respuesta, seguida de repetidos vivas a San Luis,
al Oratorio de Puerta Nueva y a don Bosco. Nunca
hubo un plebiscito más inocente, más alegre, ni
más unánime.
((**It3.270**)) La
noticia corrió en boca de los muchachos al seno de
sus familias, y a las escuelas y talleres de la
barriada. Empezaron a verse grupos de muchachos
que iban a visitar el sitio del nuevo Oratorio. Al
ver que era a propósito para sus juegos, quedaban
satisfechos, pero cada día que pasaba sin abrirlo
les parecía un año. Resultó de este modo que
algunas semanas antes de la ignauguración ya era
conocidísimo el Instituto por todas aquellas
partes.
Pero no a todo el mundo cayó bien la
determinación tomada por la señora Vaglienti.
Tenían en aquel sitio algunas lavanderas su
vivienda, su tendedero y las pilas para lavar.
Apenas supieron que don Bosco había alquilado el
local para establecer un Oratorio, se pusieron
hechas unas furias y calentándose las cascos unas
a otras, determinaron acometer juntas al pobre
sacerdote y disuadirlo de su contrato, a base de
amenazas e injurias. Así que un día en que don
Bosco y la señora Vaglienti fueron a visitar los
locales alquilados para ver lo que procedía
arreglar, se vieron cercados de una docena de
aquellas mujeres. Con los carrillos encendidos
como amapolas,
(**Es3.215**))
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