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emigrar a otra parte, como hacen cada año las
grullas y las golondrinas?
-Me parece, replicó don Bosco, que podemos
solventarlo de otro modo. Por varias preguntas que
he hecho, he sabido que la tercera parte de los
muchachos vienen desde la plaza del Castillo, la
plaza de San Carlos, la del Barrio Nuevo o de San
Salvario y les toca hacer una y hasta dos millas
de camino. Ahora bien, si abriéramos otro Oratorio
por aquellas partes, >>no le parece que
obtendríamos nuestro deseo, aún permaneciendo
aquí?
La salida de don Bosco dejó al sabio Teólogo un
tanto pensativo. Y después, exclamó con aire
alegre:
-Optima propositio, (magnífica propuesta). Así
conseguiremos dos ventajas: al disminuir el número
de muchachos de este Oratorio podremos atender
mejor a los que quedan; y además atraeremos al
nuevo Instituto a otros muchos que no vienen hasta
aquí por estar demasiado lejos. Por tanto, manos a
la obra.
Los dos amigos estaban perfectamente de
acuerdo.
((**It3.267**)) A la
mañana siguiente se presentó don Bosco a monseñor
Fransoni y le expuso la necesidad y el proyecto de
un segundo Oratorio para las reuniones de los días
festivos, pidiéndole su apoyo y su iluminado
consejo. El dignísimo Arzobispo alabó y aprobó el
práctico proyecto, y conocedor como era de las
necesidades de la población que le estaba
confiada, sugirió que el nuevo Instituto se
instalase al sur de la ciudad.
Alentado con las palabras del venerado Pastor,
fue a exponer su plan al párroco de Nuestra Señora
de los Angeles, el cual quedó satisfecho y le
prometió la más eficaz ayuda posible. Reanimado
con esta respuesta, visitó la zona de Puerta Nueva
y vio algunos lugares de aquellos contornos.
Después de sopesar las ventajas e inconvenientes
de una u otra posición, determinóse a elegir un
sitio llamado rambla del Rey, hoy avenida de
Víctor Manuel II, en las cercanías del Po. Aquel
lugar está ahora cubierto de magníficas
edificaciones, cruzado por espaciosas calles y
deliciosos jardines; pero entonces no era más que
un amplio terreno cubierto de yerbajos, con
algunas casuchas esparcidas desordenadamente y sin
ningún plan, casi todas habitadas por lavanderas.
Como era una zona libre, fuera de la ciudad y
además sombreada en su contorno, se prestaba mucho
para reuniones populares. Sobre todo los días
festivos se reunían allí pandillas de muchachos
vagabundos y allí permanecían muchos durante la
hora del catecismo y de las funciones
parroquiales, creciendo en la ignorancia religiosa
y en la ciencia de todo mal. Era, pues, un lugar
(**Es3.213**))
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