((**Es3.21**)
ofrezco un método de vida corto y fácil, pero
suficiente, para que podáis ser el consuelo de
vuestros padres, buenos ciudadanos en la tierra y
después felices poseedores del Cielo.
Este devocionario está dividido en tres partes.
Trata la primera de los que habéis de practicar y
de lo que debéis evitar para vivir cristianamente.
En la segunda hallaréis las principales oraciones
del cristiano, como se rezan ordinariamente en las
iglesias y casas de educación. La tercera, en
fin, contiene el Oficio de la Santísima Virgen,
las Vísperas del Domingo y varios himnos
litúrgicos. ((**It3.11**))
Queridos jóvenes: os amo con todo mi corazón, y
me basta que seáis aún de corta edad para amaros
con ardor. Hallaréis escritores mucho más
virtuosos y doctos que yo, pero difícilmente
encontraréis quien os ame en Jesucristo más que yo
y que desee más vuestra felicidad. Y os amo
particularmente, porque en vuestros corazones
conserváis aún el inapreciable tesoro de la
virtud, con el cual lo tenéis todo, y cuya pérdida
os haría los más infelices y desventurados del
mundo.
Que el Señor sea siempre con vosotros y os
conceda la gracia de poner en práctica mis
consejos, para poder salvar vuestras almas y
aumentar así la gloria de Dios, único fin que me
he propuesto al escribir este librito.
Que el cielo os dé largos años de vida feliz, y
el santo temor de Dios sea siempre el gran tesoro
que os colme de celestiales favores en el tiempo y
en la eternidad.
Afmo. in C. J.,
JUAN BOSCO, Pbro.
íHay que ver la ardiente caridad de este
prólogo! Alguna frase puede parecer exagerada;
pero era necesario que, desde el principio de su
misión, manifestase toda la fuerza de un amor
paternal a las almas hasta entonces refractarias,
díria salvajes, que no podían ser atraídas y
conducidas a los caminos del bien nada más que por
un cariño, cuyas pruebas debían ser tan fuerte que
no pudieran desmentirse. Su afecto se demostró
casi en cada una de las páginas de este nuevo
libro, en el que se dirigía a sus alumnos con el
apelativo de hijitos. Escribía lo mismo que
hablaba. Los muchachos, convencidos de que eran
amados, se rendían a sus suaves invitaciones y se
consideraban como hermanos, de forma tal
que(**Es3.21**))
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