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((**Es3.205**) las camas, después, como un general de la armada, ponía en fila a los alumnos y pasaba revista uno por uno, mirando si se habían cambiado la camisa y si se habían lavado las manos y el pescuezo. Después hacía poner aparte todo lo que debía ((**It3.256**)) lavarse y lo distribuía entre las personas que se encargaban de aquel trabajo. Revisaba también los trajes para comprobar si necesitaban algún arreglo y acudían después a varias instituciones piadosas y casas de educación femenina que iban a porfía para realizar este trabajo de beneficencia. Dicha señora pasaba buena parte del día en la ropería del Oratorio ayudando a mamá Margarita a tenerla en orden; proveía o hacía proveer de cuanto era menester para camas y personas; ayudaba también cuanto podía con dinero, de modo que los muchachos la consideraban, a la par de su hermana, como a una singular bienhechora. Siguió haciendo esta obra de caridad bastantes años, aún después de la muerte de la madre de don Bosco. Hemos señalado hasta aquí las atenciones de que eran objeto los hijos del Oratorio cuando estaban sanos; pero hemos de añadir que si alguno caía enfermo, no faltaron desde un principio insignes bienhechores para asistirlos, aliviar sus dolores y procurar curarlos. A los muchachos externos, don Bosco los recomendaba a los médicos de la beneficencia; proporcionaba además socorro a los más necesitados, cuando estaban con sus familias; y recomendaba a las hermanas enfermeras y a los médicos a los que iban al hospital, para que tuvieran con ellos cuidados especiales. A unos y otros iba luego a visitarlos con cariño de padre. Desde un principio quiso que para los asilados en Valdocco hubiera un médico de cabecera y fue el primero el doctor de Vella, natural de Cavagliá. Don Bosco le tenía gran afecto, igual que a un hermano suyo que iba a enseñar catecismo en el Oratorio juntamente con otros seminaristas enviados por la Curia de monseñor Fransoni. El doctor, atendió afectuosamente esta obra de caridad hasta 1856 en que cesó, al ser nombrado profesor de medicina en la Universidad de Bolonia. ((**It3.257**)) Sucedieron al doctor Vella otros médicos eminentes, animados de su mismo espíritu, de quienes haremos cariñoso recuerdo a lo largo de nuestra narración; pero, además de éstos, que podríamos llamar médicos oficiales, hubo centenares de facultativos que, a lo largo de más de cuarenta años, acudían gratuitamente de día y de noche, a la menor invitación de don Bosco o de sus representantes, para visitar y atender a cualquier alumno gravemente enfermo. Eran hombres de fama reconocida por su saber, experiencia y habilidad en las más difíciles operaciones quirúrgicas, ocupadísimos de la mañana a la noche, y (**Es3.205**))
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