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aquel detalle, que se complacía en recordar con
frecuencia, e incitando a don Bosco a construir
una iglesia más amplia, añadía con gracia: <>.
Recordó el Arzobispo a los confirmados el
significado de la sagrada ceremonia realizada y
los exhortó a ser fuertes contra las tentaciones,
como buenos soldados de Jesucristo. <>Qué diríais
de un soldado que se ((**It3.231**))
avergüenza de llevar el uniforme militar y se
sonroja de servir a su Rey?>>. Dioles después
algunos avisos oportunos y terminó: <>.
Según iban saliendo de la capilla, los
muchachos recibían a la puerta un bocadillo,
obsequio del mismo Sr. Arzobispo, que había
querido pagar su fiesta y mostrarse pastor de sus
almas y de sus cuerpos a la vez.
La función de la iglesia fue devota y no menos
divertida fue la fiesta preparada en el exterior,
a la que se dignó asistir también el señor
Arzobispo, después de un breve descanso.
Era precisamente aquél su día onomástico; con
tal ocasión le leyeron los muchachos, para
empezar, varias composiciones en prosa y en verso.
Gustó mucho un dialoguito, representado por varios
chiquillos con maravillosa desenvoltura. Después
empezó el teatro y se puso en escena el sainete El
cabo de Napoleón. Era la caricatura de un
engalonado que, queriendo expresar su alegría en
aquella solemnidad, salía con mil expresiones
graciosas. Resultó muy del agrado del eximio
Prelado que afirmó no haberse reído jamás con
tantas ganas. El teatro se improvisó en el patio,
delante de la iglesia, por la parte de la calle.
((**It3.232**)) Acabada
la función, se levantó el Arzobispo y pronunció un
hermoso discurso.
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