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especialmente los forasteros, aún no habían
recibido el sacramento de la Confirmación. Por
ello deseaba don Bosco que fuera el Arzobispo para
administrárselo en el Oratorio, con ocasión de la
fiesta de San Luis. Se presentó en efecto a
monseñor Fransoni y le invitó respetuosamente a
ello: el benévolo Prelado acogió con agrado la
invitación y prometió que no sólo iría a
confirmar, sino, además, a celebrar la misa y
distribuir la comunión.
Indecible fue la alegría de todos al saber la
grata noticia e increíble el trabajo que cayó
sobre los hombros del Director. Como era
insuficiente el catecismo de los domingos, se dio
clase todas las tardes de la semana. La asistencia
fue muy grande. Acudieron varios celosos
sacerdotes y algunos seglares de la ciudad y así
se pudo preparar perfectamente a los candidatos
para la Confirmación y todo estuvo a punto el día
establecido. Al mismo tiempo, don Bosco,
juntamente con los que hacían de Prefecto y de
Director Espiritual tomaron a su costa las deudas
contraídas por el Prioste de la Compañía de San
Luis para todo lo que era menester.
((**It3.227**)) Era la
primera vez que monseñor Fransoni iba a visitar el
Oratorio de Valdocco y que se hacían tales
funciones en aquella capilla; aunque pobres, no
ahorraron nada para que la fiesta resultara lo más
espléndida posible. Los músicos prepararon las más
armoniosas melodías; los sacristanes adornaron con
buen gusto la iglesia y, a falta de tapices,
suplieron ingeniosamente con sábanas, colchas y
telas de colores a manera de festones. Prepararon,
además, un modesto pabellón y un hermoso arco
triunfal ante la puerta de entrada, cubierto de
ramaje y flores, con la siguiente inscripción:
In questa tua prima visita, o ínclito
Antístite, allievi e superiori di quest'Oratorio,
festanti ti accólgono e ti óffrono un serto coi
figliali affetti del loro cuore (En esta tu
primera visita, oh ínclito Prelado, alumnos y
superiores de este Oratorio, jubilosos te reciben
y te ofrecen una guirnalda con el afecto filial de
su corazón).
Los campaneros cumplieron su cometido. Como el
volteo festivo de la campana del Oratorio no podía
llegar muy lejos, agarraron una gran campanilla y
la fueron tocando desde la vigilia, opportune et
importune, por todos los alrededores haciendo
saber a quienes importaba y a quienes no que, a la
mañana siguiente, se celebraba en el Oratorio la
fiesta de San Luis, honrada con la presencia del
señor Arzobispo. Otros, eclesiásticos y seglares,
escribieron la cédula para la confirmación; los
unos prepararon a los niños para la confesión y
comunión; los otros para la declamación, los
diálogos y la función de teatro. El teólogo
Jacinto Carpano escribió y ensayó una comedieta
(**Es3.183**))
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