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CAPITULO XX
LOS SEIS DOMINGOS EN HONOR DE SAN LUIS - ANUNCIO
DE LA PRIMERA VISITA DE MONSEÑOR FRANSONI -
PREPARATIVOS - LA FIESTA DE SAN LUIS Y LA FUNCION
DE IGLESIA - LA CONFIRMACION - EL TEATRO -
PALABRAS DEL ARZOBISPO - LA PROCESION - FIN DE
FIESTA - SOCIOS DE HONOR - COMO PREPARABA DON
BOSCO A LOS MUCHACHOS PARA RECIBIR LA CONFIRMACION
- SU DEVOCION AL ESPIRITU SANTO
EN tanto, se aproximaba la fiesta de San Luis.
Para prepararse bien a ella, los muchachos
habían celebrado con particular devoción los seis
domingos precedentes, en los que muchos se
acercaron a los sacramentos para alcanzar la
indulgencia plenaria concedida por el Pontífice
Clemente XII. Se recuerda cómo don Bosco, para dar
facilidad de confesarse a todos concedió permiso,
como acostumbraba a hacer de vez en cuando, para
ir a buscarlo en cualquier momento del día o de la
noche. El sábado le tocaba confesar hasta muy
tarde, alguna vez hasta después de las once, y los
domingos por la mañana, desde las cuatro hasta el
momento de la misa y, a menudo, hasta las nueve o
las diez. Eran de admirar, tanto la piedad y la
paciencia de los muchachos, como el celo
incansable de don Bosco que, por el bien de las
almas, permanecía como clavado en el confesonario
horas y horas seguidas, salvo un breve descanso en
medio de la noche. Sucedió ((**It3.226**)) algunas
veces, como ya hemos dicho, que en circunstancias
de excepción, continuó confesando toda la noche,
de forma que los primeros penitentes de la mañana
se encontraban con los últimos de la noche. De
este modo, al sucederse los unos a los otros, le
obligaban a estar en el confesionario dieciséis,
diecisiete y dieciocho horas seguidas. Este duro
trabajo no dejaba de impresionar la ardiente
imaginación de los muchachos; muchos, que llegaban
al Oratorio a hora avanzada y que eran los más
descuidados, al ver al pobre sacerdote consumiendo
su vida de aquel modo, sin ventaja temporal
alguna, abrían sus ojos, pensaban en su alma y se
convertían al bien con más eficacia que si
hubieran oído el mejor sermón del mundo.
Y no paró en eso. Muchos de los chicos que
frecuentaban el Oratorio,
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