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Madre e hijo salieron fuera, y ayudados por el
huerfanito regieron algunos trozos de ladrillos;
hicieron con ellos cuatro pequeñas pilastras en la
cocina, colocaron encima algunos tableros y
pusieron el colchón, quitado aquella noche de la
cama de don Bosco, con dos sábanas y una manta.
En la primera cama y el primer dormitorio del
Oratorio Salesiano de Turín que hoy tiene cerca de
mil alumnos, repartidos en más de cuarenta
dormitorios. >>Quién no ve en este hecho la mano
de Dios?
Preparada la cama, la piadosa mujer hízole un
sermoncito sobre la necesidad del trabajo, sobre
la honradez y sobre ((**It3.209**)) la
religión. Y, sin ella pretenderlo, dio así origen
a una práctica que todavía se conserva en el
Oratorio y que, además, se introdujo en todas las
Casas dependientes de él, a saber: la de dirigir a
los alumnos unas cordiales palabras, por la noche,
antes de irse a descansar, práctica fecunda de
óptimos resultados.
Por fin, le invitó a rezar las oraciones.
-No las sé, repuso él, sonrojándose.
-Las rezarás con nosotros, añadió la buena
mujer. Y, puestos de rodillas, se las hicieron
repetir palabra por palabra. Después de desearle
una buena noche, don Bosco y su madre salieron
para sus habitaciones. La mamá, para asegurar sus
pucheros, tuvo la precaución de cerrar con llave
la puerta de la cocina y no abrirla hasta la
mañana siguiente. Pero el muchacho no era un
ladronzuelo como los otros y quería ganarse
honradamente el pan; por su conducta era digno de
ser la primera piedra fundamental de un Instituto,
a todas luces providencial.
Al día siguiente, don Bosco le buscó un puesto
de trabajo.
El afortunado muchacho siguió yendo a comer y
dormir al Oratorio hasta el invierno, en que
cesaron los trabajos de albañilería, y volvió a su
pueblo.
Después ya no hubo más noticias de él por lo
que se cree que murió al poco tiempo. Pese a las
muchas indagaciones hechas, no hemos logrado saber
el nombre de este primero asilado, ya que entonces
don Bosco no llevaba todavía registro de los
huéspedes, eventuales y sólo de paso; quizá lo ha
dispuesto así la Divina Providencia para que mejor
se viera su intervención en una obra tan
grandiosa, que tuvo principios tan oscuros y
humildes.
A este primer asilado, se unió otro poco
después. He aquí en qué ocasión. A primeros de
junio de aquel mismo año ((**It3.210**)) un día,
a la puesta del sol, iba don Bosco de la iglesia
de San Francisco de Asís al
(**Es3.170**))
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