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Algunos sabían el nombre de la calle y el
número de su portería, pero ignoraban a qué
parroquia pertenecía su casa; otros habían
cambiado varias veces de ((**It3.192**))
domicilio en pocos meses, siguiendo al jefe de su
cuadrilla; otros dormían a la aventura, buscando
un albergue cada noche. Unos ya no vivían con sus
padres, otros los habían perdido, algunos no los
habían conocido. Cuando el teólogo Dellaporta oyó
aquellas respuestas, reconoció el gran bien que
hacía don Bosco a los muchachos por él recogidos y
que verdaderamente eran los abandonados por los
demás.
También el párroco de Borgo Dora, don Agustín
Gattino, bajo cuya jurisdicción caía la casa
Pinardi, fue un día a hablar con don Bosco.
Después de visitar el Oratorio y las clases, le
dijo:
-Todo está muy bien, pero no sé cómo va usted a
poder continuar su obra contra el parecer de los
párrocos. Yo le prometo, por mi parte, que, en la
primera reunión del cabildo de párrocos, le
defenderé por cuanto me sea posible.
-Se lo agradezco, respondió don Bosco; pero
comprenderá que la cuestión no se puede resolver
como ellos quieren. Yo no tengo ningún
inconveniente en decir a todos estos muchachos que
se informen de cuál es su actual parroquia y que
vayan a ella a prepararse para la Pascua. Pero,
>>querrán ellos dejar el Oratorio? Y si yo los
despidiese: >>irían a sus respectivas parroquias o
se dispersarían por calles y praderas? >>Y quién
irá a recogerlos? Y si hicieran alguna travesura,
>>quién se sentiría capaz de entretenerlos?
-Tiene usted toda la razón, observó don Agustín
Gattino... Y sin embargo..., ya veremos.
Fue también el padre Serafín del Gassino,
párroco de Nuestra Señora de los Angeles, el cual
reconoció a algunos de su jurisdicción. Se lo hizo
observar a don Bosco y éste respondió:
-Mire, yo no tengo ninguna dificultad en
despedir a todos estos muchachos; pero busquen
ustedes la manera de atenderlos. Me basta una
palabra del señor Arzobispo y yo ((**It3.193**)) lo dejo
todo y me vuelvo a Castelnuovo, donde no tendré
tantos fastidios.
-Yo tendría un proyecto que me parece sería la
solución para todos, dijo el recién llegado. >>No
podría usted, durante el tiempo de Cuaresma,
llevar a mi parroquia a todos los que me
pertenecen y a los demás que no tienen domicilio
fijo? >>No podrían cumplir conmigo con el precepto
pascual? Yo le señalaré un confesionario en mi
parroquia y allí podrá usted hacer todo el bien
que desea.
-La cosa parece fácil, observó don Bosco; pero,
en tal caso, >>no le parece que debería dar
preferencia a mi párroco de San Simón y
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