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((**Es3.153**) ((**It3.186**)) -Las va a oír gordas: como no caben en el cielo ni en la tierra. -Eso es precisamente lo que yo quiero. Y así, en broma, hacía un bien incalculable a las almas. Estas graciosas escenas se repetían casi cada día, por donde quiera anduviese don Bosco, también fuera de Turín. Había cerca del Oratorio, al este y al oeste, algunas casas que tenían un gran patio. Vivía aglomerada en ellas mucha gente pobre; a ciertas horas se veía a las mujeres en corro, haciendo calceta y chismorreando. Aparecía don Bosco a la entrada y les saludaba con alguna broma: -íHola! >>Tenéis hijos para vender? -Don Bosco, nuestros hijos no son para la venta. -No son para mí, sino para el Señor, que los quiere, y os dará el premio. Mandadlos al catecismo. Y las madres reían y lo permitían. Pero no se crea que cuando iba don Bosco en busca de muchachos lo hiciese sin sacrificio; no todos cedían a su primera invitación, ni condescendían siempre de buena gana. Debía tratar con personas de modales y palabras groseros; a veces, con gente que aprovechaba la oportunidad para pedir una limosna que, en aquel momento, no se podía negar. Además, en las plantas bajas de todas aquellas casas, había tabernas y jarana y, por consiguiente, encuentros poco agradables. Pero don Bosco, que tenía unos sentimientos muy delicados, soportaba con prudente paciencia, disimulaba su disgusto, no hacía amonestaciones cuando las consideraba inútiles, era cortés con todos. Dejando de lado las escenas desagradables, vamos a contar un episodio gracioso. ((**It3.187**)) Un tal Tes... vivía junto al Oratorio. Se emborrachaba casi todas las semanas; en tal estado se tropezaba con don Bosco, se le acercaba y exclamaba: -Don Bosco, íusted sí que es un cura bueno!, íyo lo quiero mucho!, ídéjeme que le dé un beso, déjeme! -íNo!, eso no; respondía don Bosco escapando a sus cariños. ->>Acaso es malo besarle a usted, que es un cura tan bueno? Si fuera malo, no... pero... Bueno, ya sé cómo hacer. íLe prometo que el domingo iré a confesarme con usted...! Pero déjeme que le bese. -Venga cuando quiera, le confesaré de buena gana, le pondré una penitencia ligera... pero ahora déjeme en paz. (**Es3.153**))
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